Había una vez un país que creía que la democracia era un medio donde la política buscaba el bien común, y en donde no era posible faltar a la verdad, …

Alfredo Liébana Collado

Había una vez un país que creía que la democracia era un medio donde la política buscaba el bien común, y en donde no era posible faltar a la verdad, ni en la actividad pública, ni en las comisiones parlamentarias y tampoco en los debates públicos.

Por otro lado, el control político, parlamentario y judicial se basa en la convicción de que las corruptelas son algo inevitable, pero que tienen que existir mecanismos que provoquen escarmiento cuando aquellos casos se produzcan, y no se conviertan en algo que se traduzcan en impunidad y que además sirva para carcomer los partidos políticos y su imagen pública ante los ciudadanos.

La realidad es que los partidos políticos se han convertido en mecanismos de escaso control social al tener estructuras muy cerradas, muy rígidas, de gran verticalidad descendente, con escasa afiliación, listas cerradas en los procesos electorales y con personalismos exagerados en las direcciones, que sólo son modificados tras derrotas electorales. Las primarias sólo han afrontado la selección del número uno en los procesos internos.

La aparición de nuevos partidos políticos sólo ha servido para comprobar que se puede en poco tiempo llegar a los mismos vicios con envoltorios nuevos de supuesta modernidad, se usan lenguajes de mayor cercanía, pero los controles democráticos internos se han demostrado peores.

El control ciudadano es cada cuatro años, pero en el sistema español solo se permite elegir camiseta, no entra en cómo se construye la oferta. Por lo tanto, la distancia entre el ciudadano y el diputado o concejal es excesiva.

Hay otros posibles controles que se realizan en otros países, ya que no es lo mismo elegir listas cerradas y bloqueadas por circunscripciones grandes, como en algunos Ayuntamientos o Comunidad de Madrid en nuestro caso, que hacerlo por más pequeñas (especialmente en aquellas muy grandes como el Ayuntamiento de Madrid que podría hacerse por distritos municipales como en París), o poder ordenar las listas en la oferta, aunque es cierto que esto complicaría mucho el recuento, pero también podría hacerse en listas cerradas y bloqueadas pero en circunscripciones más pequeñas, donde el elector pudiera conocer de alguna forma más cercana al candidato. Dar la responsabilidad a los partidos para ordenar las listas y no a los ciudadanos es algo lógico, siempre que existan suficientes controles internos en los partidos para evitar las rigideces actuales.

En Inglaterra por ejemplo se elige por circunscripciones más pequeñas, pero se elige un solo diputado, con lo que las minorías carecen de representación. Luego lo deseable es encontrar un modelo intermedio donde tengan posible existencia las minorías, para lo que el tamaño del distrito electoral necesita ser suficientemente grande como para elegir un mínimo de tres.

En la Comunidad de Madrid se elige de forma proporcional en circunscripción única uno por cada 50.000 habitantes, sin límite, y con el mínimo del filtro del 5 % por lo que en 2021 se eligieron 136. En el Ayuntamiento de Madrid se eligieron 57 concejales en circunscripción única, con el límite del 5 %, con estas cifras es perfectamente posible aplicar medidas correctoras. Cambiar los sistemas electorales requiere acuerdos entre todos los partidos, pero lo primero es analizar en cada uno de ellos los problemas que los sistemas actuales están produciendo.

¿Cuál es el cuento de Navidad o de los buenos deseos de futuro? Que existan mecanismos internos en los partidos para que la oferta a los ciudadanos tenga más controles de las listas no sólo por los aparatos de los partidos, sino también directamente por todos los afiliados. No sirve sólo seleccionar al cabeza de lista. Juan Lobato ha propuesto como primera medida que en franjas puedan ordenar los afiliados la propuesta de la ejecutiva previamente a la próxima cita electoral de la Comunidad. Esperemos que esa sea una iniciativa que se pueda aplicar y profundizar en el futuro. Y además sirva para animar a que desde las instituciones se amplíen las posibilidades de influencia de los electores en la selección de los representantes públicos.

Por psoech