El 40º Congreso será el cierre de una larga crisis y, en cierto sentido, la puesta de largo de un nuevo PSOE, en particular, de una nueva dirección federal cuya cultura política no se forjó durante la transición (una etapa de intensa lucha política) sino en la mucho más apacible etapa siguiente

Por Adolfo Piñedo Simal

A primera vista el 40º Congreso del PSOE parece un congreso de trámite, un congreso que se hace porque toca, pero del que no se esperan grandes emociones. Sin embargo, colocado en la perspectiva de lo que ha sido la trayectoria del PSOE en la última década, el 40º Congreso será el cierre de una larga crisis y, en cierto sentido, la puesta de largo de un nuevo PSOE, en particular, de una nueva dirección federal cuya cultura política no se forjó durante la transición (una etapa de intensa lucha política) sino en la mucho más apacible etapa siguiente.

En mi opinión todo congreso se resume en tres cuestiones;

a) Quien será el Secretario General, o sea, quien mandará

b) Hacia qué lado se inclinará el partido en el próximo período

c) Qué cambios se introducen en la definición ideológica y orgánica del partido.

Me referiré en primer lugar a la cuestión del liderazgo.

El inicio de la crisis socialista se puede situar en Mayo de 2010, cuando Zapatero decidió introducir un recorte de unos 5.000 millones de gasto público, instado, según cuenta él mismo, por la UE, los EE UU, China y el sursum cordam, es decir, todo el mundo mundial menos Rajoy, que vio en el recorte la ocasión para destrozar al Gobierno del PSOE, como así ocurrió. Cuando Zapatero dijo aquello de “cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste” era bastante consciente de lo que se venía encima a él y al PSOE. Al PSOE le costó 4 millones de votos y a Zapatero la renuncia a presentarse a las siguientes elecciones. 

En diez años, desde 2011 hasta 2021, el PSOE ha tenido cuatro secretarios generales (si contamos las dos etapas de Sánchez), una Gestora y un par de derrotas electorales catastróficas. La crisis se percibía tan aguda que, en 2015, en las tertulias se discutía si el PSOE desparecería o si simplemente sería irrelevante ante la posibilidad de ser adelantado por Podemos. En los últimos congresos hemos visto una intensa disputa del liderazgo, con resultados tan apretados que el vencedor no podía dar por sentada su continuidad. El propio Sánchez ganó el congreso extraordinario de 2014 con los votos prestados por varios líderes regionales (Andalucía y Madrid, señaladamente). La precariedad de su liderazgo se puso de relieve cuando en 2016 fue obligado a dimitir. El año siguiente volvió a la Secretaría General, protagonizando la mayor resurrección política desde la de Lázaro, eso sí, en una disputada elección.

Cuatro años después, en el 40º Congreso Sánchez será elegido Secretario General sin oposición ni alternativa, poniendo punto final a una etapa de precariedad en el liderazgo. Un hecho muy importante de cara a las importantes elecciones de 2023. A ellas concurrirá el PSOE con un liderazgo incuestionado, mientras que Casado es un líder sin consolidar y se especula sobre quien le sucederá. Un tanto para el PSOE.

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Sánchez lleva camino de ser el Secretario General con más poder en el PSOE, más poder del que tuvo, en su momento, Felipe González. Esto es así porque no solo será elegido sin oposición y sin alternativa, sino porque el poder de los barones que en otra época eran determinantes, está siendo drásticamente reducido. Sánchez fue elegido Secretario General en 2017 con un discurso populista (las bases contra las élites, es decir, contra los cuadros medios) y con la promesa de empoderar a los militantes. La realidad es que en el nuevo partido, las bases tienen el mismo poder que en el viejo: ninguno, aparte de votar a los delegados a los congresos y a las candidaturas . La novedad está en los niveles intermedios, es decir, en los barones y baronesas autonómicos que, estos sí, han visto reducido su poder-

Es este un proceso que empezó en Madrid, barriendo a Tomás Gómez. Madrid tiene un papel muy relevante en los partidos, no solo en el PSOE, Como se ve ahora en el PP, un líder regional en Madrid es, objetivamente, un peligro real e inminente para el líder nacional. Evitar que se consolidara un liderazgo regional en Madrid fue la razón última de la defenestración de Tomás Gómez. Nada que ver con ninguna presunta irregularidad en su gestión (completamente validada ahora por el Tribunal de Cuentas) ni tampoco en encuestas poco o nada fiables. Ahora Sánchez pondrá en Madrid a quien quiera. En todo caso, la delegación madrileña al Congreso Federal irá encabezada por alguien que debe su puesto a Sánchez. Y no al revés: en 2014 Sánchez debió su puesto a la delegación madrileña encabezada `por Gómez.

En Andalucía, Sánchez acaba de promover la salida de Susana Díaz por el camino de convocar, sin necesidad real, primarias a candidato a Presidente de la Junta, en el bien entendido que la pérdida de las primarias aparejaba la pérdida de la secretaría general, como así ha sido. Nada que ver con una supuesta radicalidad de Susana. De modo que la delegación andaluza al congreso irá encabezada por alguien que debe su puesto a Sánchez. De eso se trataba.

En Cataluña Iceta, un apoyo decisivo de Sánchez en anteriores congresos, ha sido sustituido por Illa, también a instancias de Sánchez y con unas elecciones autonómicas mediante. La delegación catalana al congreso federal irá encabezada por alguien que debe su puesto a Sánchez. 

Más aún, el cambio de Gobierno previo al congreso ha llevado aparejado el cambio de Secretario de Organización, desplazando a Ábalos, uno de los apoyos principales de Sánchez. El nuevo Secretario de Organización, que debe dirigir el Congreso, debe su cargo a Sánchez

Por no hablar del despido del jefe de estrategia.

La resultante de todo ello es que el 40º Congreso ratificará el liderazgo de un Sánchez que ha ido removiendo de cargos decisivos a amigos y enemigos, sustituyéndoles por un nuevo personal, tanto en el nivel de dirección federal, como en el de las principales CC AA, que le deben el cargo a él mismo y que, como él, han hecho su carrera en el período posterior a la transición y en los aparatos del partido.

Quiero destacar que todo esto no me merece un juicio negativo. Por dos motivo; la sustitución del personal político clave es inevitable y hasta positivo. Entiendo que los nostálgicos de la transición se “enfurruñen” por esta sustitución y que sientan desasosiego por los cambios. Pero no hay otro remedio. Segundo porque estamos asistiendo a la reconstrucción de un aparato de partido a partir del viejo aparato quebrado, destruido, por una década de crisis. A la postre, el 40º Congreso validará el nuevo aparato. Y sin aparato no hay partido.

Sánchez es alguien que ha hecho su experiencia política en el aparato del partido. No ha sido ni un líder municipal, ni sindical, ni de ninguna otra especie. En la vieja terminología es un apparatchik puro y duro. No ha destacado por ofrecer un pensamiento ideológico ni siquiera político conocido. Más bien diría que es un pragmático. Pero esas dos cosas, el pragmatismo y la experiencia de aparato son bastante convenientes a la hora de afrontar una crisis tan grave como la que ha atravesado el PSOE. En todo caso, hay que valorar que un personaje que ha sobrevivido a una defenestración y a una derrota electoral demoledora; que ha creado y pilotado el primer gobierno de coalición con cierto éxito; que se ha enfrentado con acierto a la pandemia, etc. alguna cualidad, además de la resistencia, debe tener. 

Continuará,

Por psoech