Y ahora qué. Ahora toca explicar la reforma laboral. Los sindicatos pueden y deben ayudar en esta tarea. No hay que caer en la trampa de enrollarse con la chorrada de que les han robado la votación.
Opinión por Adolfo Piñedo Simal | miércoles, 09 de febrero de 2022
La reforma laboral, la primera que contaba con la aprobación de las organizaciones sindicales y patronales, no ha sido aprobada por la mayoría de investidura, ni tampoco por una mayoría alternativa. Se ha aprobado por casualidad, gracias al error de un diputado del PP. Las posiciones de los diferentes partidos en el debate invita a hacer algunas reflexiones sobre el momento actual de la política española, tratando de explicar quién y, sobre todo porqué, se han opuesto a la reforma laboral.
La mitad de los empresarios está en contra. Garamendi se ha empeñado en sacar adelante una reforma laboral pactada con sindicatos y gobierno por varios motivos: el primero, porque está en la línea del diálogo social que es la que practica. Como se sabe el diálogo social ha producido varios acuerdos para hacer frente a la crisis derivada de la pandemia. Son acuerdos que han funcionado muy bien ya que han hecho que el impacto de la crisis en la mortandad de empresas y en el desempleo haya sido mucho menor que en la anterior crisis. En segundo lugar porque la aplicación de los fondos europeos beneficiará a las empresas y para ello necesita acuerdos con el Gobierno. La reforma laboral no era exactamente un condicionante para la llegada de una parte de los fondos, pero era un acelerante. En tercer lugar porque sin una reforma acordada corría el riesgo de que el Gobierno la aprobase con los sindicatos y sin los empresarios lo cual sería peor para los empresarios. Una reforma pactada sería un mal menor. Me parece que estos argumentos han sido los que han permitido a Garamendi obtener la aprobación de las organizaciones patronales.
Pero ha tenido una fuerte oposición, con algunas de las más importantes organizaciones sectoriales y territoriales en contra. ¿Por qué? La esencia de la reforma de Rajoy era dar a los empresarios potentes herramientas para bajar salarios. Por ejemplo, si una empresa quiere pagar a sus trabajadores menos de lo que dice el convenio de su sector, solo tiene que hacer un convenio de empresa con salarios inferiores, Éste prevalece sobre aquel. O puede encadenar contratos temporales uno detrás de otro de modo indefinido. Esta reforma elimina esas herramientas y por tanto dificulta la devaluación salarial, que es el núcleo de la política de la derecha. La reforma de Yolanda Díaz no es, pues, un retoque cosmético. Y por eso una parte de los empresarios, muchos, demasiados, se oponen a ella. Dicho en corto, la reforma de Yolanda Díaz no hará que ganes más, pero te asegura que no te bajen el sueldo. Parece que muchos, demasiados empresarios, montan su negocio sobre la base de una mano de obra cuyos salarios puedan ser bajados cuando quieran. Afortunadamente hay también otros muchos empresarios que no van por ese camino.
Otra razón de la oposición empresarial, es puramente política: con este gobierno no se puede pactar nada de nada porque lo esencial es echarle cuanto antes. No es poca cosa que PP y Vox hayan chocado con la patronal, algo que, creo, no ha pasado nunca. Las diatribas feroces de la prensa de derechas contra Garamendi (al que han acusado hasta de sucumbir a los encantos de Yolanda Díaz) inciden en que es un traidor al que han jurado derrocar.
Si la mala noticia es que la mitad de los empresarios está en contra, la buena noticia es que la otra mitad está a favor. Es buena, muy buena cosa porque anuncia un interesante proceso en el mundo empresarial. Siempre he pensado que el país necesita una «reforma empresarial», mucho más que una reforma laboral. Si se me permite la grandilocuencia, el capitalismo está entrando en una nueva etapa y parece que algunos lo ven y otros siguen anclados en la etapa que acabó en la crisis del 2008.
ERC rompe la mayoría de investidura. Y no es la primera vez. En Febrero de 2019 ERC tumbó los presupuestos de un Gobierno que se había formado unos meses antes con su voto favorable y provocó la convocatoria de elecciones anticipadas. Ahora ha estado a punto de repetir la jugada. Creo que ERC se comporta como una fuerza disruptiva, siempre tentada a provocar la caída de gobiernos en cuanto se presenta la ocasión, sobre todo de aquellos gobiernos a los que apoya. No podemos olvidar que la declaración unilateral de independencia se hizo por la brutal presión de ERC a Puigdemont. ERC empujó a Puigdemont a declarar la independencia a sabiendas que aquello provocaría la destitución del Gobierno de Cataluña en aplicación del artículo 155 de la CE. Esta vez hubiese sido la tercera que ERC hubiese hecho caer a un gobierno al que decía apoyar. De ahí deduzco que ERC es, básicamente, una fuerza disruptiva con cuyo apoyo hay que contar solo por un rato. Esta vez hay un matiz interesante: la ruptura de ERC se hace sobre todo contra UP y, en concreto, contra Yolanda Díaz, que es la candidata designada para Presidenta del Gobierno cuando quiera que haya elecciones. Esta se ha empeñado en negociar con ERC y contar con su apoyo. Pero el tema es que ERC no quería negociar contenidos, sino hacer de la votación sobre la reforma el primer acto de campaña electoral, distanciándose de UP, su principal rival electoral y visualizando el rechazo a Yolanda Díaz como eventual lideresa de la izquierda. No ha sido un desacuerdo puntual sobre contenidos de la reforma, porque, en ese caso, lo lógico hubiese sido la abstención. Sobre todo cuando el Gobierno de Aragonés depende ahora de los votos de los Comunes y cuando los sindicatos catalanes se les habían pedido votar a favor. Ha habido un interés superior al interés en mantener el Gobierno Aragonés y al interés de los trabajadores catalanes: un cálculo electoral, en especial, diferenciándose de UP y, sobre todo, visualizar el rechazo a Yolanda Díaz.
ERC ha justificado su voto contrario en contra señalando que el Gobierno no cumple su compromiso de derogar por completo la reforma de Rajoy. Pero si el Gobierno hubiese llevado a las Cortes un decreto que dijera «quedan derogados tales y cuales artículos» hubiera tenido más votos en contra que a favor. Es decir, la derogación integral de la reforma Rajoy era una promesa de imposible cumplimiento en estas Cortes. Ir por ese camino hubiera llevado al Gobierno a un buen revolcón. Quizás lo que ERC buscaba es que, por uno u otro camino, el Gobierno se llevara un buen golpe.
Esta reflexión hace muy problemática la existencia de la mayoría de investidura en lo que queda de legislatura. Pero, siguiendo el consejo de Lenin, hay que apoyarse siempre en aliados posible, por muy inestables que sean. ERC que sale derrotada de este trance, ha anunciado que sigue estando disponible para otros acuerdos. Lo cual es posible hasta que se presente la ocasión de que su voto vuelva a ser decisivo para tumbar al Gobierno.
El voto en contra de Bildu y el PNV era un gol cantado que refleja el peso de ELA y LAB, sindicatos mayoritarios en Euskadi. Estos han presionado a los dos partidos nacionalistas para no apoyar una reforma que realza el papel de CC OO y UGT. Pero, pasado este trance, serán aliados disponibles para otras cosas. Se verá.
El tiro por la culata. Rota la mayoría de la investidura el PP vio la ocasión de asestar un duro golpe al Gobierno, convirtiendo la votación de la reforma laboral en una especie de moción de censura. Para ello reunió cuantos apoyos pudo, todos ellos con el mismo mensaje: era la ocasión de acabar con el Gobierno de Sánchez. Eso lo explicaron muy bien los dos tránsfugas de UPN: podían pasar a la historia, convirtiéndose en los dos diputados que derribaron a Sánchez. La reforma laboral en sí daba lo mismo; lo importante era votar contra Sánchez. Hay un cierto paralelismo con Tamayo y Sáez, dos tránsfugas que le birlaron el Gobierno de Madrid a Simancas. El plan acordado con el PP consistía en mantener el engaño de que iban a votar «si» hasta el mismo momento de la votación para que el Gobierno no tuviese capacidad de reacción, como así fue.
Lo que han demostrado los dos ex-UPN es que no hay en estas Cortes un mayoría alternativa. Como se sabe, el Gobierno ganó la votación por un error de un diputado del PP por Cáceres (la cagada de la legislatura, según sus mismos compañeros). O como ha dicho Zapatero fue un gol en propia puerta, pero los goles en propia puerta también cuentan en el resultado del partido.
Casado, en lugar de asumir la cagada y subrayar el hecho de que el Gobierno ganó por casualidad, se ha embarcado en un discurso trumpista, intentado echar la culpa de su derrota a otros y en particular en la Presidenta de las Cortes. La idea de que la votación ha sido fraudulenta recuerda la de Trump de que le había robado las elecciones. Creo que tendrá poco éxito, pero de momento está consiguiendo que no se hable tanto de la reforma laboral (un éxito del Gobierno) como de su legitimidad. Al igual que Trump, el respeto por las instituciones democráticas es manifiestamente mejorable.
En resumen, lo que iba a ser el bombazo de la legislatura y el gran fracaso del Gobierno de Sánchez ha sido un tiro por la culata. En el marco de una campaña feroz para sacar a Sánchez de la Moncloa, lo más notable de la votación del pasado jueves han sido los votos de Ciudadanos. Ciudadanos rompe con las otras derechas y con ello salva la reforma laboral y, de paso, al Gobierno.
Lo que me produce asombro es como interpreta Iglesias los votos de Ciudadanos. Para Iglesias se trata de una operación troyana que hay que rechazar con contundencia. Rechazar el apoyo de Ciudadanos, en estas circunstancias es de un infantilismo que raya en la estupidez. Antes al contrario, el Gobierno debería esforzarse en buscar su apoyo para futuros trances por razones que de puro evidentes da vergüenza exponer. Esta posición de Iglesias se corresponde con un run run dentro de UP de gente que no está nada contenta con que sea Yolanda Díaz la candidata, de modo que su indudable victoria en este trance no ha sido recibida precisamente con alegría por algunos de UP.
La explicación de voto de Ciudadanos es impecable: votan sí a la reforma porque es buena para los trabajadores y para los empresarios. Con ello buscan dar una imagen distinta de la de ser un apéndice menor del PP a quien acusan, con razón, de poner por delante sus intereses partidistas al interés general. Por cierto, algunos destacados miembros del PP (entre ellos dos ex-ministros de trabajo) se han pronunciado a favor de la reforma. Ciudadanos busca forjarse una imagen de moderación y centrismo. Ojalá sigan en ese camino, si es que no mueren antes destripados por el PP, al que dieron nada menos que cuatro gobiernos regionales.
Y ahora qué. Ahora toca explicar la reforma laboral. Los sindicatos pueden y deben ayudar en esta tarea. No hay que caer en la trampa de enrollarse con la chorrada de que les han robado la votación. Y. como ha dicho la Vicepresidenta Calviño (que ha echo un papel callado pero absolutamente esencial) buscar para cada ocasión los apoyos que sean posibles, sin hacer ascos a ninguno. La política española es como un río de aguas turbulentas por el que el Gobierno navega como puede, siempre a punto de hacer aguas pero a todo trapo. El resumen de lo conseguido hasta aquí es impresionante; el año pasado se ha creado más empleo que nunca. Se han aprobado leyes de gran calado. Todo ello con intensas negociaciones con agentes de todo pelaje. uede ser fruto de la buena suerte. Pero, algún mérito habrá que dar al Gobierno.