Las elecciones de Madrid eran innecesarias, y su resultado no ha producido cambio relevante…
Las elecciones de Madrid eran innecesarias, y su resultado no ha producido cambio relevante alguno.
El PP gobernaba la Comunidad de Madrid y era oposición en España. Así seguirá siendo. El PSOE era gobierno en España y oposición en Madrid. Será lo mismo a partir de ahora.
¿Qué ha cambiado? La derecha que gobierna en Madrid cambia de socio preferente: de Ciudadanos a Vox, del centro a la extrema derecha. Y a Pablo Casado le surge una competidora formidable como líder de la oposición.
El factor clave para explicar el resultado está en la llamada “fatiga pandémica” y el aprovechamiento populista por parte de Ayuso y sus estrategas electorales.
Tras un año duro, de enfermedad, de incertidumbres y de restricciones, la derecha madrileña ha copiado el manual populista de Trump: señalar falsos culpables, negar dramatismo a la pandemia y erigirse en adalid del “ya está bien de limitaciones, es hora de volver a divertirse”.
Se trata de un manual falsario e irresponsable, pero que funciona electoralmente. Está comprobado. Eso sí, el manual populista solo es eficaz de cara a unas elecciones, porque una vez en los gobiernos, los Ayuso, los Trump o los Bolsonaro de turno se muestran incapaces de gobernar con rigor y atendiendo al interés general.
El resultado ha sido malo para la izquierda, desde luego. No ha sido capaz de interesar a las mayorías en un programa serio de refuerzo de servicios públicos y de reactivación económica justa. Y no ha sido eficaz a la hora de alertar de los riesgos que conlleva un gobierno con veleidades ultraderechistas para el bienestar social y la propia convivencia.
Malo para la izquierda, pero malo para Madrid. Porque Madrid se ha convertido en referencia internacional para el derechismo extremo y demagógico, que hasta el ultra italiano Mateo Salvini se ha apresurado a celebrar.
Malo para España, porque es previsible que el gobierno de su región capital persevere e intensifique la estrategia de confrontación institucional permanente, a costa de la necesaria colaboración entre administraciones, para superar la pandemia y recuperar economía y empleos.
Y especialmente malo para Pablo Casado, desde luego. Cuando a los populares se les pase la lógica excitación de la victoria en Madrid, comenzarán a caer en la cuenta de que Feijoo gana con un discurso prudente, que Ayuso gana con un discurso imprudente, pero que Casado siempre pierde, haga el discurso que haga.
Si alguien piensa que las estrategias de MAR se van a parar en Madrid, es que no conocen a MAR…
En todo caso, para quienes se precipitan en hacer lecturas de política nacional con estos resultados hay que advertirles que Madrid no es toda España, como no lo era Cataluña hace solo unas semanas.
Madrid no es toda España y la derecha madrileña no es equiparable a la derecha gobernante en Europa, desde luego. Justamente durante el día de reflexión de la campaña capitalina, el candidato de la CDU a la cancillería alemana, Armin Laschet, aseguraba que “No habrá cooperación con AfD (el equivalente alemán de Vox), ni coalición, ni siquiera negociación”.
Las declaraciones de Laschet se producían al calor de la última controversia provocada por los discursos abiertamente xenófobos de los ultras alemanes. Es decir, tras una controversia idéntica a la generada en Madrid por los carteles de Vox incitando el odio hacia los niños inmigrantes.
Mientras la derecha europea de Merkel y Macron se distancia de los ultras que amenazan la convivencia democrática, el PP de Ayuso y Casado consolidan y celebran acuerdos de gobierno con ellos.
Cabe celebrar, no obstante, que en el marco de una campaña tan polarizada, incluidas amenazas de muerte, la ciudadanía madrileña haya ejercido su derecho democrático al voto de manera masiva y ejemplar.
Ahora cabría reclamar al Gobierno de Ayuso que correspondiera a este ejemplo de civismo ciudadano con una relación responsablemente cooperadora con el Gobierno de España, para atender los intereses generales en un momento muy difícil para todos. Pero quizás es pedir demasiado.
La izquierda en general, y el PSOE madrileño en particular, tienen ahora dos años por delante para retomar una alternativa que merezca y consiga un apoyo suficiente para llevar a cabo el cambio necesario en la región. Y dos años no es tanto tiempo…