En los dos últimos meses aparece en la prensa noticias acerca de una serie de violaciones grupales…
A mediados de la última década del siglo pasado, mi profesor de metodología, el físico Jorge Wagensberg, organizó un encuentro-debate que se celebró en el Castillo de Pubol de la Fundación Dalí en Figueras. El tema que se debatía lo tituló: “Proceso al azar”, tras ese encuentro publicó un libro con el mismo título, que recogía esos debates y en el que realizó comentarios deliciosos y muy sugerentes. El debate se estableció entre dos grupos liderados, nada más y nada menos, por René Thom para el grupo de los indeterministas y por Jacques Monod el grupo de los deterministas.
La política española actual se encuentra en una encrucijada parecida. Por una parte, la derecha y la ultraderecha o, como dice Nicolás Sartorius, la “derechultra”, ocupa el espacio del determinismo, al menos por su tipo de razonamiento con atribuciones, proyecciones y construcciones muy rígidas y esperadas. Las izquierdas asumen la posición indeterminista llevando a una confrontación dialéctica, en ocasiones extrema, su ejercicio político, una situación no siempre comprendida y muy difícil de trasmitir a la ciudadanía, frente al simplismo determinista.
En el proceso al azar la posición indeterminista estaba representada por René Thom, matemático galardonado con la medalla Fields, equivalente al Premio Nobel de las matemáticas. Thom definió en su carrera científica los principios de la nueva geometría y en la filosofía defendía que era mejor la comprensión que el rigor, seguidor de Heráclito y Aristóteles, señalaba que eran preferibles las explicaciones cualitativas que las meramente cuantitativas, afirmación de gran valor al ser formulada por un matemático.
Thom formula y defiende la teoría de las catástrofes, consistente en el estudio dinámico de los fenómenos naturales. Señalando que esta teoría de las catástrofes se sustenta en la propensión de los sistemas estables a manifestar discontinuidad y divergencia. Este autor refiere que la teoría de las catástrofes tiene una especial aplicación en el análisis del comportamiento competitivo de los seres humanos, siendo modelos de cambio organizativo los que llevan a la evolución social sistémica y mítica.
Basado en la teoría de las catástrofes, elabora la teoría del indeterminismo donde los acontecimientos no dependen de un proceso causal de tipo lineal, sino que se hace por el azar, lo que no quiere decir que acontezca sin causa alguna. Por lo tanto, el indeterminismo es un concepto ontológico que concierne al propio ser. De esta suerte, conceptos como sistema, proceso y evento juegan un rol fundamental, porque el azar es el resultado de una serie de causas no lineales. El azar se erige como el motor de la evolución biológica y se encuentra en la raíz misma del edificio de la evolución de las especies.
Jacques Monod consigue el Premio Nobel de Medicina en el año 1965, representaba a la línea determinista en el citado debate promovido por Wagensbeerg. Monod había investigado sobre el sistema que controla la expresión de varios genes en las bacterias, siendo válido para explicar la transacción genética y su regulación. Describió, así mismo, el papel del RNA mensajero en la decodificación de la información genética en DNA y proteínas.
La aportación teórica de Monod se basa en la dialéctica existente entre el azar y la necesidad, lo desarrolla en su libro “Le hazard et la nécessité”, donde defiende que la vida humana es un accidente químico y, por ello, único e irrepetible. De esta suerte, el desarrollo de los fenómenos naturales está, necesariamente, determinado por las condiciones iniciales.
Desde la perspectiva filosófica Monod defiende que el lenguaje ha creado al hombre, más que el hombre al lenguaje. Esta posición hace que se sitúe en la línea de alguno de los estructuralistas del lenguaje como Ferdinand de Saussure y de la formulación psicoanalítica defendida por Jacques Lacan, salvando las lógicas distancias existentes entre estos autores y sus tendencias teóricas. Señala Monod que el destino se escribe simultáneamente con el evento en cuestión, nunca antes.
Según Monod, la ciencia actual debe buscar una fuente de verdad nueva y única, lo que precisa la revisión profunda de las premisas éticas, que posibiliten la ruptura completa con la tradición animalista y el abandono del viejo pacto.
Para Monod el futuro de la humanidad consiste en aspirar a una sociedad de estado estable (crecimiento demográfico limitado) y la destrucción de los arsenales nucleares. Si no se realizan estos pasos, no se conseguiría sobrevivir más allá del año 2050.
Para terminar de configurar esta visión existe otro gran autor científico que nos permite acercarnos a este debate con rigor intelectual: Ylia Prigogine, Premio Nobel de Química del año 1967. Había formulado la “teoría del caos”, según la cuál los sistemas alejados del equilibrio solo pueden existir en conjunción con su entorno. Lejos del equilibrio la materia adquiere nuevas propiedades.
El determinismo se derrota, según Prigogine. Para argumentarlo formula la estructura disipativa, que se compone de sensibilidad, flexibilidad, movimientos coherentes de alcance, estados múltiples e historicidad. Destaca que la importancia de la historicidad se adquiere por ser un concepto nuevo en las relaciones, de tal suerte que es la función la que crea la estructura y no al contrario. Al introducir flexibilidad e historicidad, las probabilidades señalan a que la información siempre es incompleta, por lo que el determinismo solo puede aplicarse a situaciones idealizadas, no representativas de la realidad física real, así se derrota al determinismo científico clásico.
Algo similar acontece en el momento político actual donde las “derechultras”, en terminología de Nicolás Sartorius, asumen una posición determinista y actúan en consecuencia, con relación causa-efecto lineal y directa, solo que una de las premisas resulta ser falsa, al menos incompleta e inexacta y, por lo tanto, la formulación conclusiva no es más que un sofisma. De esta suerte la conclusión entrevela la situación y se disipa la posibilidad de acceder a una comprensión real de ese evento (por ejemplo, quién es el ganador de las elecciones en un sistema parlamentario, si el que tiene más votos o quien consigue más apoyos parlamentarios).
Desmontar esta posición debe centrarse en encontrar la premisa falseada y desmontarla en el núcleo de su propia falsedad, de esta suerte se evitaría caer y recaer en subrayar la conclusión sofista, de nombrarla continuamente (por ejemplo, en la concesión de la posible amnistía, cuando en la actualidad no es aún el momento de esa opción). Atacar la premisa falsa y falseada por los líderes de la “derechultra” aporta un valor añadido: la premisa es falsa y quien la emite, en consecuencia, poco fiable. Este trabajo consiste en hacer falsable lo que se expresa, al más puro estilo de Karl Popper, lo que le concede sustento y aplicabilidad real a esa forma de reflexión.
Mientras tanto la izquierda, sobre todo el PSOE actual, se alinea con posturas indeterministas que definen dialécticamente la historicidad en la perspectiva política con la flexibilidad en los contenidos. Es cierto que la izquierda sabe mantenerse en la incertidumbre con un equilibrio inestable, pero equilibrio, al fin y al cabo, que se sostiene por las fuerzas del entorno en que actúa. Ahora bien, si alguno de sus integrantes muestra inestabilidad reiterativa y retorna a los principios rígidos, entonces no puede sostenerse porque se introduce una espícula determinista que representa una contradicción que crea mucha tensión interna y le dificulta mantener ese equilibrio (por ejemplo, alguna de las intervenciones de los líderes de Aragón y Castilla la Mancha de forma específica).
En situaciones muy extremas las posiciones deterministas se aceptan mejor por la población en general, aportan seguridad, aunque solo sea aparente y superficial. Además, siempre se le ataca desde los resultados finales, pero no desde la base estructural de la premisa errónea, por ello la población apoya la formulación sofista porque se engancha a ella por la fácil formulación realizada. Se acepta lo simple, aporta aparente seguridad, frente a lo inseguro del principio de incertidumbre que aporta el indeterminismo.
Pertenecer a la corriente indeterminista consiste en saber manejar la incertidumbre y partir desde la teoría del caos para reorganizar dialécticamente las diferentes situaciones. Pero si se utiliza esta vertiente se debe ser coherente internamente y trasmitir dialécticamente en cada problema que surja, así lo enunciaba el Prof. Enrique Tierno Galván en sus enseñanzas sobre pensamiento histórico y dialéctico. El entorno influye en la estructura y no al contrario, ahí se pueden explicar las aparentes incoherencias y los posibles cambios de opinión frente a una situación dada en concreto; si no se consigue detectar este procedimiento dialéctico entre el entorno y la acción, básico en el indeterminismo, desde las posiciones deterministas se explicarán como cambio de opinión o como mentira, como ha acontecido en varias situaciones al Presidente del Gobierno.
Para afrontar estas situaciones era preciso exponer los principios de ambos posicionamientos teóricos. Luego, en la praxis, es cuestión de tener claridad y optar por uno de ellos con coherencia interna y hacer frente al otro contenido con decisión y determinación. Lo que no es lógico es la oscilación de una a otra forma de afrontar el análisis, porque los pasos concretos de la realidad concreta son fundamentales para mostrar el camino al conjunto de la población y ello determina su elección electoral y la base de credibilidad y verdad interna, algo más que la mera formulación externa.
Sin duda existen otras perspectivas, algunas más serán abordadas en otra ocasión… por ende.