Tribuna de Enrique Barón, ministro de Transporte, Turismo y Comunicaciones durante el primer Gobierno de Felipe González.
El Socialista número 123 | domingo, 31 de octubre de 2021
La victoria del 82 se produjo al año del golpe del 23F, tras un frenético trabajo de preparación de la campaña electoral, con la convicción de que había llegado el momento del cambio, de la alternancia democrática decidida por la ciudadanía, prueba definitiva del funcionamiento de una democracia.
Los preparativos de un golpe de Estado de coroneles para el 27 de octubre fueron abortados. Pero lo importante es que la gente había perdido el miedo. La vacuna del 23-F contra el espadón funcionó.
La visita del Papa Juan Pablo II también estuvo presente en la campaña. No de modo directo, porque su largo periplo de diez días se realizó tras los comicios. Su preparación coincidió con la campaña electoral y el montaje del «Totus tuus» en el Paseo de la Castellana de Madrid con una misa millonaria.
Los resultados mostraron claramente la secularización de la sociedad española y su madurez en separar la esfera pública de la privada.
El 28 de octubre nos habían convocado al Hotel Palace, centro de operaciones aquella histórica noche, tras haberlo sido en el golpe. No tuvimos que entretener mucho, la espera a periodistas tan sedientos como nosotros de resultados. La aparición de Alfonso Guerra clavando el resultado de 202 diputados mucho antes del oficial, fue una auténtica catarsis.
La foto de Felipe González y Alfonso Guerra en el balcón del Palace sintetizó el contenido del acontecimiento. En el corazón del Madrid del poder, dos jóvenes sevillanos procedentes del mundo trabajador—uno hijo de un lechero, otro hijo de un tornero—, simbólicamente cogidos de la mano, brindaban su triunfo a un enfervorizado público y a un país que había osado enfrentarse con sus fantasmas y vencerlos. Expresaban los anhelos de cambio de las generaciones de posguerra y daban satisfacción a la larga espera de muchos demócratas dentro o fuera del país.
Se demostró que la democracia funcionaba en España con la primera alternancia en el Gobierno tras la Guerra Civil y la vuelta al poder de un partido que había defendido hasta el final la legalidad republicana.
El resultado electoral reflejó la decisión mayoritaria del pueblo de hacer funcionar la democracia a lo largo y ancho del país, con el vuelco en la España profunda y rural y dos corrimientos de votos. El primero sepultó a UCD, con una presencia testimonial, y Adolfo Suárez con su nuevo partido, el Centro Democrático y Social (CDS), mientras que emergía como principal fuerza de oposición la Alianza Popular (AP) de Manuel Fraga.
Al constituirse las Cortes, mi primera impresión mirando a la bancada de enfrente fue la de un viaje al pasado. La derecha española emprendía un proceso de reestructuración que ocupó una década.