Tribuna de Ana Redondo, ponente del capítulo «Regeneración Democrática, Justicia, Memoria Democrática y España Constitucional».
EL SOCIALISTA, 116
Ana Redondo, ponente del capítulo «Regeneración Democrática, Justicia, Memoria Democrática y España Constitucional».
EL SOCIALISTA, 116
Vivimos una encrucijada histórica de enorme complejidad. La pandemia fija un antes y un después del mundo que conocíamos, de la realidad a la que estábamos acostumbrados y cuyos parámetros eran identificables a nivel global. El sufrimiento de muchos ciudadanos que han padecido en primera persona o en su entorno más próximo la enfermedad y sus consecuencias, deja una huella imborrable en cada familia y en el conjunto de nuestra sociedad. Sin embargo hemos sido capaces de arrostrar esta inaudita situación con los instrumentos jurídicos de los que nos habíamos dotado. La España Constitucional ha afrontado el reto de vencer a la pandemia con mecanismos que forman parte del pacto constitucional desde el 78. El Estado de Alarma se ha rebelado un instrumento muy eficaz que ha servido al Gobierno de Pedro Sánchez para tejer las soluciones que han permitido superar la crisis sanitaria. La limitación de derechos que ha impuesto la pandemia ha encontrado justificación en la protección de la vida y de la salud de los ciudadanos.
El Estado de Alarma constitucional y el permanente diálogo con las comunidades y ciudades autónomas, a través de Consejo interterritorial, ha facilitado la toma razonable de decisiones sobre la base de la ponderación entre las libertades de la ciudadanía y los demás bienes jurídicos dignos de protección.
La decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de aprobar un paquete económico y social de gran alcance, con medidas como los Ertes, ha dado soporte al tejido productivo y ha protegido como nunca antes a los trabajadores, minimizando así el impacto de la crisis económica derivada de la pandemia, con el objetivo de lograr, lo antes posible, una salida equitativa de esta situación. Podemos decir con orgullo que la Constitución ha demostrado ser, en esta inaudita circunstancia, un techo donde podemos cobijarnos y encontrar soluciones adaptadas a los problemas y retos jurídicos planteados, por complejos que estos sean. Pero más allá de la crisis generada por la Covid, la encrucijada histórica en la que nos encontramos se nutre tanto de problemas endémicos como de nuevos desafíos que exigen discurso ideológico y acción política: la emergencia climática, el reto demográfico y la injusticia social, las desigualdades que siguen sufriendo las mujeres, los conflictos territoriales, el ascenso político vertiginoso del populismo, la polarización extrema o las crisis económicas e institucionales exigen, una vez más, un debate de ideas honesto y riguroso que plantee una estrategia socialdemócrata capaz de superar razonablemente tantas dificultades y ganar un futuro más justo para todas y todos. Los dos últimos años del gobierno de coalición que lidera Pedro Sánchez han demostrado que las políticas socialistas son valiosas y eficientes para dar solución a muchos de los problemas actuales, pero somos conscientes de que el día a día de la gestión dificulta la reflexión sosegada y profunda que periódicamente, en cada congreso del PSOE, podemos abordar. Un gran debate de ideas y propuestas que nos permita, desde la participación y el compromiso de las afiliadas y afiliados, anticipar las mejores soluciones a los retos sociales económicos y políticos que están sobre la mesa y a otros que atisbamos en un futuro próximo y que deben encontrar respuestas desde los valores y convicciones socialistas.
Esta encrucijada histórica nos sitúa ante un cambio de modelo que solo puede construirse desde la justicia social, el respeto profundo a la dignidad de cada persona y la lucha enérgica contra el cambio climático; esta es la senda iniciada con los planes de recuperación, transformación y resiliencia que guían la mayor inversión de fondos europeos de la historia y que debe ir acompañada de una reflexión holística en torno a qué modelo social y constitucional necesitamos y estamos dispuesto a construir. Un nuevo pacto social que debería proyectarse constitucionalmente, aunque el debate sobre las reformas constitucionales, desde al menos 2004, conduzca a la melancolía