“Hay que saber distinguir cuándo se ha fracasado después de haber intentado mil soluciones o cuando todo se quedó en decir que se iba a intentar”.
Creer que en este minuto del mundo se pueda intentar ver lo que pasa con una cierta perspectiva y desear elevar la mirada, para ver el mejor camino a seguir, es creer que vivimos en una sociedad tan idílica como imaginaria.
Por ello, las Cumbres y Conferencias internacionales, con demasiada frecuencia, terminan siendo la crónica de expectativas frustradas. Solemos quedarnos con el éxito del momento, nos alejamos de la realidad al olvidar que lo importante de la política no está en el impacto de lo propuesto, sino en como esto se gestiona para conseguir el objetivo deseado.
De la 30 cumbre de la OTAN han pasado unas pocas semanas y mucho se ha dicho sobre ella. Dejado atrás el fervor del momento concluyamos que, sin paliativos, ha sido un extraordinario éxito para España, reconocido incluso por el “nuevo líder” de la oposición española, lo cual no es habitual; para compensar puso ese inevitable “pero” para aportar esa sensación tan patriótica del algo inacabado.
España ha vuelto a demostrar su excepcional capacidad para desarrollar eventos de “alto riesgo y relevancia”, volviendo a situar a nuestro país en primera línea para aceptar a futuro los retos que solicite la Comunidad Internacional.
La UE debe asumir responsablemente lo que es hoy, los grandes retos que tiene por delante, los errores cometidos en el pasado y, en todo caso, no menospreciar sus capacidades estando unida
Esto viene de lejos, en el otoño de 1991 propició la iniciativa y organización de la Conferencia de Paz de Madrid que puso en marcha el proceso de reencuentro entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina. Aquel cometido se encomendó a España, cuando se estaba abriendo al mundo, y con apenas un mes de preparación se ejecutó a la perfección. Elevar y evidenciar el alto listón de seguridad y alojamiento que nos repunta como lideres turísticos. España siempre contará como un lugar de referencia para cualquier encuentro.
Ahora bien, el meollo de Conferencias y Cumbres empieza el día después. Esta en las soluciones que se logran aplicando las resoluciones acordadas. ¡En esta y en todas! La conferencia de Paz comentada, fue un gran avance, sin embargo, la historia nos ha demostrado, desgraciadamente, que no fue la solución a un conflicto que ya dura más de medio siglo y que ha costado, y sigue costando, millares de vidas y aún hoy es símbolo de violencia y fracaso internacional.
Aún a fuer de ser tildado de pesimista, Cumbres y Conferencias Internacionales, empíricamente, se festejan, en el mejor de los casos, mientras su celebración, como grandes momentos de éxito y no pasando mucho la realidad demuestra como volvemos a echarnos a la espalda la carga de las mochilas de las frustraciones. Es cierto que sin estos encuentros al más alto nivel las situaciones serian aún peores. Hay que felicitarse que al menos se pretenden compartir puntos en común en la búsqueda conjunta de soluciones. Aunque, sería bueno no olvidar nunca que, si finalizadas no existe y aplica suficiente voluntad política, esfuerzo, medios y capacidad de gestión el problema regresará a la melancolía del olvido o la postergación. Las hemerotecas dan prueba irrebatible de lo que digo.
La Cumbre de la Alianza de Lisboa en 2010 también renovó su estrategia, como hace cada década. Para poner perspectiva a la cumbre de Madrid hay que rememorar aquella. Solo hace falta recordar cuales fueron los titulares de la prensa internacional tras el evento de Lisboa: “La nueva estrategia de la OTAN pone fin a la guerra fría con Rusia”. Obama, con el mismo Biden de vicepresidente, cambiaron el estatus de Rusia de adversario a aliado. La pregunta a hacerse es si no estuvieron acertados los geo-estrategas de la Alianza o, quizás no se hicieron tras la Cumbre los deberes que tocaban. Lisboa fue “un gran éxito” que concluyó con un claro itinerario a seguir: “Menos defensa, más seguridad y más política”. Tres strikers.
Este fiasco de Lisboa y los profundos cambios de Madrid debería hacernos preguntar si la Alianza ha tenido una estrategia propia desde cayó el muro de Berlín y desapareció su contrario (Pacto de Varsovia) o históricamente han sido siempre otros los que han marcado su agenda. Putin en su guerra contra Europa hoy, Trump en poner fin unilateralmente al eje atlántico ayer y Obama con su intento de inventar el buenismo americano internacional.
La pandemia ha puesto a la luz las debilidades occidentales: nuestro sistema de vida y valores; la representatividad de la política; el funcionamiento de los estados o la dependencia industrial de otros mercados. Putin ha reaccionado ante el temor de que aflore una Europa más unida, no solo políticamente por necesidad, sino institucionalmente, la Convención del Futuro de Europa si la hiciera más fuerte en la ciudadanía sería un serio problema para Rusia.
Es constatable, que la situación actual es un retroceso histórico y eso lleva aparejada mucha incertidumbre, así la inacción no es una estrategia a futuro recomendable. Que Rusia, Putin, es la mayor amenaza parece que todos se han convencido de ello. Sin embargo, China, la cual apenas contaba para la OTAN de hace diez años, ahora se la otorgue el críptico título “desafío sistémico” y que se aumente la percepción del nivel de tensión bajo el paraguas de: “No podemos descartar la posibilidad de un ataque contra la soberanía de los aliados«, es colocarse en un difícil camino de retorno a la esperanza de Lisboa. Lo más importante, obligaría a que, desde ya, los que han de pensar pongan negro sobre blanco ¿qué hay que hacer a partir de la Cumbre? y los que han de actuar ponerse a ello.
Evidentemente, ante las graves amenazas que están sobre la mesa en este momento, nadie puede negar que no queda otra que incrementar la inversión de los estados de la Alianza en defensa. Ahora bien, esta inversión no puede ser cortoplacista, este esfuerzo, que va a ser muy grande para economías que están quedando maltrechas, la UE no debe de perder el enfoque del visor sobre el proyecto de autonomía defensiva europeo. Es cierto que sin los EEUU el papel de la UE no hubiera sido el mismo en el conflicto ucraniano, sin embrago, si la seguridad militar europea sigue bajo el alerón norteamericano, la UE pierde autonomía política y su proyecto político queda precarizado.
Volvamos a mirar para atrás. Palabras y resoluciones aguantan todo, los hechos no. Hace una década el terrorismo fundamentalista islámico era la mayor amenaza para la OTAN, básicamente focalizado en Afganistán.
En este conflictivo país se ha desarrollado la misión más larga, grande y cara fuera del área de operaciones de la Alianza en su historia, en el aeropuerto de Kabul todo lo convirtió en humo y caos, como reconoció Stefanie Babst, secretaria general adjunta interina de Diplomacia Pública de la OTAN. La Alianza debe con su estructura burocratizada, dominada por funcionarios que han hecho de este organismo una bien remunerada forma de vida, hacer una profunda revisión de su organización y funcionamiento ante los nuevos retos y la UE debe ser impulsora en jugar esta carta. Europeizar y desburocratizar la Alianza. No todo es cuestión de efectivos personales y materiales a disposición. Ese es el viejo modelo norteamericano, muy rentable para incrementar su presupuesto militar y mantener su impresionante industria de armamento. La efectividad es otra cosa y ahora no caben placebos.
En el cacareado flanco sur, España tendría que centrar especialmente su atención y preocupación. Irreprochable el párrafo de la estrategia referido a él: Los conflictos, la fragilidad e inestabilidad de África y Oriente Medio afectan directamente a nuestra seguridad y la de nuestros socios. El vecindario sur de la OTAN, en particular Oriente Medio, el norte de África y las regiones del Sahel afrontan desafíos demográficos, económicos, políticos y de seguridad«.
Es constatable el paulatino y progresivo desembarco en la región de Rusia y China. Desde hace más de 10 años esto ya se viene produciendo. Al hacerse de nuevas la Alianza pone en evidencia lo dicho anteriormente de su necesidad de profunda renovación. China lleva en la región años comprando y explotando yacimientos de materias primas y posicionándose económicamente ante la pasividad de la UE y sus estados, que aún andan en busca de un modelo de cooperación al desarrollo eficaz terminando con el mero voluntarismo y la mala conciencia de los procesos de colonización y descolonización. Igualmente, la presencia de mercenarios rusos en los grupos armados de los estados frustrados africanos, tampoco es noticia, sorprenderse de ello es un cierto ejercicio de cinismo.
El papel de la UE, con OTAN o sin ella, es hacer crecer su perímetro de seguridad desplazando sus fronteras de interés y acción económica y perseguir ampliar el hoy precario bienestar de muchos ciudadanos del Norte de África, y políticamente colaborando para dar calidad a los sistemas democráticos y fortaleciendo el respeto a los derechos humanos de estos estados.
Esta misión ha pasado a ser impostergable. España, lo mismo que Italia, tienen un papel esencial a jugar tanto por situación geográfica como por interés propio. España ha de ser un actor principal, no solo evitando que el siempre latente conflicto armado entre Argelia y Marruecos se produzca, si no propiciando que ambos países adopten una actitud de hermandad colaborativa cohesionando la zona y sirviendo para que, sin necesidad de verjas y gendarmes, la contención de los flujos migratorios del sur al norte, no sean provocados por la hambruna y la guerra. No creo que seamos tan ingenuos pensando que “la cuestión del flanco sur” se va a resolver con soluciones militares, requiere mucho más. Es cierto que esta apuesta es muy compleja, tanto como insoslayable.
Si realmente se quieren abrir vías de solución para evitar volver a la peor época de la vieja guerra fría y que esta guerra ruso europea deje a Europa muy tocada, los europeos debemos abandonar nuestro tradicional eurocentrismo, pero no para cambiarlo por un centro-atlantismo. La UE debe asumir responsablemente lo que es hoy, los grandes retos que tiene por delante, los errores cometidos en el pasado y, en todo caso, no menospreciar sus capacidades estando unida y por el contrario tomar conciencia de lo débil que es volviendo a planteamientos nacionales que son historia pasada.