Vicente Soto es un escritor valenciano (1919-2011) bastante desconocido, del que hace muy poco tiempo se celebró, casi en el olvido, el centenario de su nacimiento.
Vicente Soto es un escritor valenciano (1919-2011) bastante desconocido, del que hace muy poco tiempo se celebró, casi en el olvido, el centenario de su nacimiento.
Sus antecedentes ideológicos son republicanos, estando comprometido con la izquierda durante su juventud, compromiso que sostuvo toda su vida. En los años posteriores a la guerra civil y ante el franquismo que lo dominaba todo, decidió irse del país. Emprendió su diáspora personal y familiar para exiliarse en Londres. Corria el año 1954. Las posibilidades de subsistencia eran muy escasas para los perdedores.
En Londres tuvo que empezar de cero.Tuvo que ganarse la vida en oficios diferentes desde camarero en un restaurante regentado por un español, luego administrativo del mismo, traductor y trabajador de la BBC. Simultaneando trabajos prolongó su estancia en Reino Unido durante varias décadas. Tan solo restauradas las libertades democráticas, volvió a España.Eran frecuentes sus estancias en vacaciones, casi como un turista, frecuentemente acompañado por su mujer y sus hijos. Siendo Valencia y Madrid sus puntos geográficos de referencia.
Siempre dijo que cuando salió de España, y de Valencia, dejo atrás su patria, sin encontrar otra a cambio. Combatiente comprometido con la defensa de Madrid, singularmente en el frente de El Pardo durante la guerra civil, las huellas de la contienda le dejaron un imborrable recuerdo. Ese contexto le marcó después para siempre como un sujeto desafecto al régimen. Nunca quiso volver antes y luego ya fué demasiado tarde.
Sus antecedentes como aficionado a las letras se iniciaron como actor en la compañía teatral que fundó en Valencia Max Aub durante el periodo de los años 30. Fue en la compañía de “El Buho” la que marcó su afición al teatro y donde iniciaron sus primeras inquietudes literarias.
No obstante, su narrativa se gestó en el exilio londinense. Desde allí, en medio del desempeño de diversos oficios para cubrir su sustento y el de su familia, fue donde retomó el camino de la escritura.
Tenaz en el empeño, su participación en algunos premios literarios le sirvieron para darse a conocer. Consiguió el Premio Nadal de 1964 con su libro “La Zancada”, alcanzando un considerable éxito de ventas al año siguiente, si bien, a pesar de ese brillante momento inicial, su estrella literaria se apagó después.
Quizá influyó en ello su exilio desde donde escribía en los ratos libres, fruto de sus trabajos eventuales y dispersos. Otro factor mas que influyó en ese guadiana, fue el alejamiento de los círculos literarios españoles, y un tercer elemento lo compondrían las diferencias culturales entre el mundo británico y su formación cultural de origen.
El cordón umbilical con España lo constituyó su asidua correspondencia con Antonio Buero Vallejo, a quién conocía desde las tertulias de 1945 en el café Lisboa de Madrid cerca de la puerta del Sol. Este café que ambos frecuentaban con otros amigos, era el lugar habitual del dramaturgo después de su salida de la cárcel. Allí conoció y le presentaron a su pareja. Esta correspondencia entre ambos escritores le permitió sintonizar el dial de la actualidad, y mantener el contacto con la realidad literaria y social de España.
El epistolario numeroso y profundo entre ellos ha sido recopilado, seleccionado y conocido, a través del propio Buero Vallejo, quedando consignada su huella en un reciente programa de TVE. Una selección de dichas cartas se han editado en España con el nombre de “Cartas boca arriba.Correspondencia 1954-2000”. Se pueden observar en ellas una mirada sentida por ambas partes de los temas políticos y literarios de la actualidad de esos años, constituyendo un aporte adicional a la memoria colectiva.
Su obra narrativa incluye cuentos, obras teatrales y novelas. Hoy su fondo literario, sus libros y otros materiales descansan en el King College de Londres. Su hija Blanca ha emprendido una encomiable labor de rescate y difusión de su producción literaria.
En su premiada novela “La Zancada” se citan momentos propios vividos por el escritor. La acción transcurre en Utiel, durante sus primeros años, e incluye características singulares de esa época y de su salto a la adolescencia, de ahí la referencia a la zancada, porque atiende que esos momentos estelares de las personas son los que configuran y consolidan la personalidad de un sujeto. Es, por tanto, una novela con fuertes referencias autobiográficas. Estamos por ello ante un autor eminentemente valenciano.
La obra “Tres Pesetas de Historia” está escrita muy posteriormente, en 1983, fruto de un hallazgo encontrado en el anverso de un cuadro que su mujer había comprado en El Rastro en uno de sus viajes a España.
La obra era un lienzo religioso que albergaba un pequeño tesoro en su parte posterior. El contenido estaba formado por unas monedas de peseta, unos nombres, unas notas y una insignia de la UGT. Un amigo valenciano que compartía su estancia en el veraneo de aquel año, le indico que sospechaba de dónde venia el enigma. Por las notas que acompañaban a las monedas, el secreto debía proceder de Cheste. Parece ser que el personaje de Bofarull, presente en la novela, calvo, y que hace de cicerone, apunta a Ricardo Muñoz Suay. Nada extraño por la relación existente entre ambos, y por el conocimiento común de los dos con Antonio Buero Vallejo.
La indagación le condujo a Cheste, a casa del hijo de la mujer que puso las monedas en la bolsa. Una familia procedente de un pueblo de Jaén, cuya madre fue alcaldesa. Cuando la guerra civil lo pasó muy mal, ella y su familia, y uno de sus hijos acabó emigrando a Cheste. Este fue el cabo que le llevo a Bofarull y al autor, al ovillo de esta historia. En ese proceso.Vicente Soto armó la historia que se cuenta en la novela apoyado en varios testimonios extraídos de algunos testigos aprovechando algunas visitas a Villacarrillo y al entorno de su comarca. Por alli pasó el escritor entrevistando a los testigos y familiares, de esas personas, algunos aún vivos, recabando las voces necesarias para completar la investigación.
Este estilo literario para 1983, se considera de gran valor adicional porque para la época que se escribió no era frecuente intercalar voces diferentes. Rehacer una historia del pasado no era fácil, porque muchos de los testigos o sus hijos estaban presentes, y en ocasiones, aún conservaban miedo o recelos. La restitución de la democracia estaba muy reciente. Constituyó, por ello, un antecedente de la memoria histórica de este país. Tan solo los escritores del exilio había emprendido esta evocación en la distancia, aprovechando que se encontraban fuera, ya que podían hacerlo sin las presiones políticas del franquismo. La lucha contra el olvido fué el norte en muchos ellos a pesar de la distancia.
Así podemos acceder a las obras de Francisco Ayala, Ramon.J.Sender, Max Aub, Rosa Chacel, Luisa Carnés, Concha Méndez, y tantos otros, que tras el burladero de sus nuevas vidas, cubrieron un espacio literario imprescindible para luchar contra el silencio. Otros muchos en el interior tuvieron que hacerlo con la voz velada, escribiendo entre líneas, para poder sobrevivir, en medio de censuras y represiones, o bien después bajo el régimen de libertades.
Los años más difíciles de la dictadura dejaron una honda huella que fue saldada por el tiempo y, en buena parte, con la llegada de las libertades. A pesar de ello, ambas producciones literarias fueron brillantes, comprometidas y complementarias y constituyen un legado para el presente.
Pedro Liébana Collado
Licenciado en Ciencias Biológicas. Ha sido Catedrático de instituto