La política es la noble tarea de trabajar, ante todo, por el reconocimiento y el respeto de la dignidad de las personas, …
La política es la noble tarea de trabajar, ante todo, por el reconocimiento y el respeto de la dignidad de las personas, mediante la tutela y la promoción de los derechos fundamentales e inalienables del ser humano, porque en los derechos humanos están condensadas las principales exigencias morales y éticas que deben presidir la construcción de la comunidad política.
Por eso uno puede sentirse orgulloso de haber dejado lo mejor de su vida en la política.
Porque yo había sentido la política siempre así, como la dedicación completa al bien común, sacrificando la propia vida y anteponiéndola a mis intereses privados.
La política al servicio de la comunidad, a todos y cada uno de los miembros de la comunidad, independientemente del color de su piel, de su origen social o cultural, de su ideología, religión u opinión, independientemente de su sexo o de su posición en la sociedad.
Y esa dedicación a esa forma de hacer política les confieso que además de haber dado sentido a mi vida, me ha hecho muy feliz. De tal modo, que me siento deudor de una dedicación a la que nunca
podré devolver suficientemente lo mucho que me ha dado.
La dedicación al bien común es un buen camino para ser feliz. Es una excelente escuela de formación y de vida, que nos permite comprender hasta que punto la felicidad tiene mucho más que ver con lo que damos que con lo que recibimos.
Que nos permite comprender la enorme dignidad del ser humano, esa dignidad que nos hace a todos iguales en respeto, merecedores del mismo respeto, independientemente de nuestra posición social.
Pero además el modo de entender así la política, nos permite igualmente descubrir que, por el hecho de ser personas, siempre es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, a nosotros como personas y también a las culturas y las religiones de todo el mundo, por muy diferentes que nos parezcan y , ciertamente, es mucho más lo que nos une que lo que nos separa a los demócratas, independientemente del partido político al que se pertenezca.
Y por eso la fraternidad es esa enorme apuesta política por tratar de construir desde lo que nos une y no desde lo que nos separa.
Hacer política desde la fraternidad significa sentir la posición del adversario político como necesaria para la construcción de la comunidad, escuchar profundamente al otro como posible portador de una contribución válida, tener la humildad de considerar la posibilidad de que nuestra posición pudiera estar
equivocada independiente de la mayoría necesaria que se tenga para aprobar una norma.
Hacer política desde la fraternidad es, en definitiva, poner el bien común por encima de los intereses particulares, partidarios o corporativos.
Y este modo de hacer política, a mi juicio, contribuye mucho al fortalecimiento de la democracia, porque en democracia siempre estamos obligados a justificar, no sólo con mayorías, sino también con razones nuestras decisiones y a valorar positivamente la diversidad de opiniones sobre cualquier asunto y a integrar la disensión en la construcción de la comunidad.
Porque la verdad la construimos entre todos, sumando la parte de verdad de cada uno, por eso el pluralismo es la sabia de la democracia, su fundamento último.
Por eso gobernar bien es tomar decisiones con el máximo acuerdo posible, gobernar en democracia es llegar a acuerdos entre representantes de intereses contrapuestos, gobernar es llegar a acuerdos entre posiciones divergentes para la mejor solución de los problemas de todos, gobernar es consensuar.
Las grandes obras de la democracia española surgieron de grandes acuerdos partidarios: la Constitución, es un ejemplo de ellos. Y como ese ciclo que se inició con la Transición ya se está agotando y es necesario adaptar la Constitución a
una sociedad que ya poco tiene que ver con la sociedad española de la Transición, estamos, pues, ante la antesala de un tiempo de nuevo de grandes acuerdos, porque modificar la Constitución en temas fundamentales como el modelo territorial, el sistema electoral y la financiación de los partidos, entre otros, exigirá de grandes acuerdos.
Porque el modelo productivo ya no es el de los años 70, ni el sistema financiero, ni los medios ni las formas de información y comunicación, ni el modo interpersonal de relacionarnos, ni el modo de entender las relaciones de familia, ni el modo de organizarse la propia sociedad, ni los valores de entonces. Y, en todo caso, hay un dato objetivo que habla de todo ello por sí mismo: sólo los mayores de 58 años han votado la vigente Constitución Española.
De tal modo que, va a ser muy necesario cultivar ahora el espíritu de » la unidad en la diversidad».
Va ser muy necesario impulsar un nuevo modo de hacer política para una nueva organización de la economía, de las relaciones laborales, de propia sociedad basados en la fraternidad y centrado en las personas y en el acuerdo en la cuestión fundamental que no es otra que el respeto a los derechos humanos y a la dignidad de la persona.
Y todo ello desde un liderazgo ético para la construcción de una sociedad basada en los
derechos y deberes de los ciudadanos, de cada ciudadano sin ninguna discriminación. Una sociedad construida desde la alteridad, que pone su acento en el otro, en la persona que nosotros llamamos prójimo.
Una sociedad que lucha contra el egoísmo, contra el individualismo, contra el materialismo.
Una sociedad pensada desde el Humanismo que fue la base sobre la que se construyó esa Europa de la democracia y del Estado del Bienestar a la que nos adherimos gozosos y que ahora es víctima también de la pérdida de los valores sobre los que se asentó.
Una sociedad que va más allá del concepto de ciudadano como individuo, que es un concepto que se delimita en relación con lo que no es él, para constituirse en torno al concepto de ciudadano como persona, pues el concepto de persona se entiende como ser en relación con otro, un ser que sólo se construye con el otro, un ser solidario.
Una sociedad, en definitiva, construida desde la fraternidad y la protección de los más vulnerables.
Negociar, mediar, buscar espacios de encuentro y puntos de acuerdos ese es el futuro, esa es la estrategia para salir bien de la crisis, para salir con cohesión social en lugar de salir con más desigualdad.