Los sucesos esperpénticos que han tenido lugar en Washington con el intento de Golpe de Estado de Donald Trump han sido la explicitación pública de un fenómeno que venía incubándose en muchas sociedades avanzadas.
Por José Félix Tezanos | Director de Temas | jueves, 04 de febrero de 2021
Los sucesos esperpénticos que han tenido lugar en Washington con el intento de Golpe de Estado de Donald Trump han sido la explicitación pública de un fenómeno que venía incubándose en muchas sociedades avanzadas. Se trata de un fenómeno de barbarización de las derechas que pone en peligro el futuro no solo de los sistemas políticos democráticos, sino de las posibilidades de progreso de sociedades que habían venido caminando en una dirección de civilización, avances y democracia política. Lo ocurrido forma parte de tendencias erosivas que amenazan con abrir un ciclo político similar al que se produjo en la segunda mitad de los años veinte y durante los años treinta del siglo pasado, con ese terrible colofón destructivo que fue la Segunda Guerra Mundial, y su secuela de destrucción, barbarie y desprecio a la libertad y la dignidad de las personas humanas. Un período en el que se dieron hechos tan repugnantes como los campos de concentración y exterminio, los bombardeos masivos a ciudades en las que solo residía población civil, las violaciones sistemáticas en masa… Todo lo cual ocurrió con un desprecio absoluto a las posibilidades de progreso y de avance económico, social y moral.
En aquel horizonte histórico, la quiebra de las democracias y el auge de los matonismos políticos condujo a un choque de trenes entre concepciones de la vida y proyectos políticos que prescindían de los fundamentos en los que se sustentaba la vida civilizada. El enfrentamiento a muerte de la barbarie estalinista, por un lado, y la barbarie nazi-fascista, por otro, acabaron triturando todo lo que se les ponía por delante. Entre otras cosas, elementos muy importantes de la vida social y de la condición humana que había costado mucho esfuerzo conquistar en el largo curso de la evolución social. Por eso, aquello fue calificado por muchos analistas como un retorno a los modelos y enfoques previos a los avances civilizados y civilizadores. Es decir, como un auténtico retorno de la barbarie.
Los nuevos bárbaros
Lo que hemos visto en el Capitolio de Washington y en otros lugares nos advierte sobre los riesgos de un nuevo proceso de barbarización. Incluso con imágenes tan insólitas como las de personajes atrabiliarios, que no sabemos si por razones freudianas o por puro disparate conductual, adaptan sus vestimentas a las imágenes tópicas que tenemos sobre los bárbaros. ¿Qué futuro podemos esperar para nuestras sociedades si personajes de este cariz llegan a ser decisivos en la decantación de las futuras tendencias políticas y electorales? ¿Cómo se puede entender que un Presidente de una de las sociedades más ricas y avanzadas del mundo tenga un discurso y unos comportamientos tan insólitos como los de Donald Trump? ¿Qué otros elementos ocultos de esa conspiración no han dado la cara debido a razones que posiblemente nunca sabremos? ¿Qué más piezas existían en el tablero conspiranoico de un Presidente al que votaron más de setenta millones de norteamericanos? Probablemente en los próximos meses se publicarán libros y análisis dando cuenta de las informaciones y las propuestas estratégicas que circularon por Internet durante las semanas que precedieron a ese fenómeno tan paradigmático del riesgo de barbarización política.
Acontecimientos como los vividos en Washington y en otros lugares de EEUU y de otros países evidencian la necesidad de tomar en serio las tendencias y derivas subyacentes de barbarización de la política. En este sentido, hay que tener en cuenta que la democracia como régimen político –e indicador del avance de la civilización– no se sustenta únicamente en leyes formales y en procedimientos estandarizados, sino que tiene un trasfondo de valores, virtudes y asunciones humanas que la hacen posible, y que garantizan su mantenimiento y buena funcionalidad. Las viejas reflexiones de los teóricos de la democracia, cuando sostenían que el hilo de oro de la democracia consistía en entender que en política solo era legítimo «contar José Félix Tezanos Director de Temas La barbarización de las derechas 6 TEMAS PARA EL DEBATE cabezas», y nunca «cortar cabezas», en el fondo nos remite a esos valores y talantes de fondo que sustentan y vivifican el espíritu democrático.
Los talantes de la democracia
Entre los grandes supuestos de fondo de la democracia se encuentran la renuncia a la dialéctica «amigos-enemigos» que postulaban los padres del nazismo, y la consideración de los «adversarios» políticos como personas dotadas de dignidad, derechos y libertades a los que no se puede ni se debe cosificar. Y en conexión con esto, la capacidad de empatía y de respeto a los diferentes, la renuncia a los insultos, a la mentira y a la denostación del adversario político, la condena de la proscripción y de las persecuciones por razones políticas o ideológicas y, de manera especial, el fomento en las escuelas y en los medios de comunicación social de un espíritu de respeto y de racionalidad.
La esperpéntica intentona del trumpismo de cuestionar el proceso electoral norteamericano es un caso paradigmático de las nuevas estrategias de unas derechas intransigentes que se están deslizando cada vez en mayor grado hacia una barbarización de la política. No solo en los Estados Unidos de América.
Y, sobre todo, el gran elemento subyacente que debe estar plenamente asumido por los ciudadanos y los afiliados y responsables de las organizaciones políticas es la asunción incuestionable del principio de mayorías y minorías. Es decir, el respeto a los procesos electorales en sus múltiples dimensiones; que van desde los propios procedimientos de votación, al respeto de las fechas electorales, la transparencia y fidelidad en las labores de escrutinio y, sobre todo, el acatamiento de los resultados finales de las votaciones. Algo que se estaba –o está– dejando de respetar en muchas sociedades, con declaraciones, comportamientos, maniobras y críticas sistemáticas en las que se implican no solo líderes y partidos concretos, sino también sectores muy definidos –y alimentados económicamente– de los medios de comunicación social.
Las argumentaciones y posiciones de Trump ante el resultado de las últimas elecciones presidenciales norteamericanas ha sido tan esperpéntica como inédita. Pero no hay que olvidar que tales maneras de pensar y proceder están siendo estimuladas sistemáticamente por determinadas prácticas y por todos los que cuestionan los datos de las elecciones, entre ellos aquellos que no hacen más que proclamar la ilegitimidad de determinados gobiernos, o incluso de algunos proyectos de leyes, o leyes ya aprobadas, arguyendo que en ciertos gobiernos participan –y/o apoyan– personas y partidos que tienen ideologías y enfoques de base que no son del gusto de las derechas.
La voxicización de las derechas españolas
En España es notorio que ciertos sectores de la derecha se encuentran alineados con Trump y el «trumpismo», y que no han dudado –incluso después de los acontecimientos del Capitolio– en defender pública y arrogantemente a su mentor político. Lo que constituye un ejemplo notorio del deslizamiento hacia la barbarización de una parte de las derechas. Lo que en España está conformando un fenómeno «de voxicización», que está penetrando en el PP. Partido que hasta el presente había tenido un comportamiento más institucional y más propio de formaciones políticas con voluntad de gobierno. Lo que está dando lugar a dinámicas preocupantes que agudizan los riesgos de barbarización de las derechas en su conjunto; con todos los peligros y disfunciones que esto puede acarrear a una sociedad europea, como ya es España; y unas inevitables consecuencias sobre el entramado social y económico.
¿Qué comportamientos y qué estrategias y respuestas deben adoptarse frente a los riesgos de barbarización política? Esa es una de las grandes cuestiones que hay que debatir a partir de lo que estamos viendo en EEUU –pero no solo– si queremos evitar adentrarnos en escenarios tan catastróficos como peligrosos.
Hay que entender que para atajar el riesgo de la barbarización política se requiere la implicación de los medios de comunicación social y del mundo económico. Sectores que acabarán también afectados