A propósito de Ramón Tamames, candidato
Álvaro Frutos
“Historia de Elio”, una novela extraña como la subtituló su autor. Es una novela del año 1976 que fue finalista del Premio Planeta de aquel año.
Era un tiempo donde la sociedad española se acercaba a la política como un hecho normal y habitual, digamos que cotidiano. Los ciudadanos se aprestaban a recuperar tal condición y dejar atrás la de súbdito. Los partidos volvían a tener un significado en la sociedad y se hablaba de ellos con normalidad y sin miedo. Incluso el “proscrito” Partido Comunista se auguraba una pronta legalización.
Los más jóvenes y los mas mayores observaban el proceso con cierta esperanza de que podían cambiar sus vidas y por ello muchos se preguntaban su pertinencia ideológica; la mayoría parecían inscribirse en eso tan amplio y a veces tan confuso de ser de centro, que inmediatamente era calificado de izquierda o derecha, lo mismo que viene pasando después de más de cuarenta años. En las Facultades de Derecho los estudiantes intentaban identificarse con el libro Estado de Derecho y Sociedad Democrática del profesor Elías Díaz, del que todos intuían que era un defensor del socialismo democrático; y los de Economía el de Estructura Económica de España que, aunque vio la luz década y media atrás, su autor Ramón Tamames, se comenzó a conocer que era un dirigente comunista importante. Junto a estos, pronto afloró el nombre de individuos cuyo valor profesional era relevante pero que la dictadura tenía tras la cortina.
Volvamos a Elio y su historia. En esta novela que vio la luz en ese contexto histórico se narraban las vivencias, en un país sin nombre, de un economista, alto funcionario del Estado, comprometido políticamente, tanto que sufría presidio condenado por el régimen del viejo dictador Plinio Brucio. Elio no es solo un luchador anti-brucionista, sino que es un hombre aguerrido, tanto que él solito se las ve con una trama de la extrema derecha, la cual desbarata. Lo más significativo de este héroe democrático es que es el pueblo el que le conduce en andas al palacio presidencial y le instaura como nuevo gobernante “progresista”. Así se hace el cambio de un régimen dictatorial a uno progresista, el palio se sustituye por las andas.
El autor de esta vieja y “extraña” novela autobiográfica no es ni más ni menos que el flamante candidato Ramón Tamames. La Historia de Elio es la de Ramón, un personaje embebido de delirios ego-históricos que, suponemos, le ha debido tener estigmatizado durante toda su vida. Ahora en el tiempo vital de descuento y de la mano de su antiguo camarada y compañero de cárcel, el octogenario Sánchez Dragó, el cual ha hecho el mismo viaje del comunismo pecador al nacional reaccionarismo redentor. Otro personaje, sin duda, a quien el mundo de las ideas siempre le importó un bledo. Sus militancias no significaron la pertenencia a cultura política alguna. Realmente lo único que les importó e importa es cultivar su protagonismo.
No se puede frivolizar con la democracia, jugar con ella, tomar su nombre en vano, hacer componendas o pasteleos y estar en la impostura.
Están viviendo su minuto de gloria cuando todo el mundo, que ha oído hablar de ellos anteriormente, lo único que esperaba escuchar la noticia de su obituario.
Dicho esto, la moción de censura, más allá de un esperpento, tiene toda la significación ideológica para quien la incita: deteriorar el sistema democrático. El propósito es excitar en la “infocracia” al pueblo con hechos que sin duda minan la credibilidad del sistema democrático. Beneficiando solo, precisamente, a los que no creen en él. El abuso de las instituciones democráticas y el piruleo de ellas va haciendo que el distanciamiento de los ciudadanos de la política, cada vez sea mayor.
Evidentemente no se puede recriminar a Abascal y a los suyos por lo que hacen, esta entre sus objetivos. Lo que sí cabe es apelar al resto de fuerzas políticas y a sus líderes para que piensen que en democracia hay que establecer nítidas diferencias, establecer barreras y medir las consecuencias de lo que se dice y hace. No se puede frivolizar con la democracia, jugar con ella, tomar su nombre en vano, hacer componendas o pasteleos y estar en la impostura.
Ellos, los lideres, no deben olvidar que a los palacios presidenciales no se llega bajo palio, ni sobre andas, solo se llega con votos en base a un proyecto político refrendado por los electores.