Por Cristina Narbona
Ni el cambio climático ni las nuevas pandemias pueden ser abordadas de forma aislada por ningún país, por poderoso que sea, si no creamos instituciones públicas capaces de impulsar y de aprovechar el talento humano –el único recurso que no tiene límites–, y capaces, tambien, de proteger a la ciudadanía, en particular a los más vulnerables

Por el El Obrero | domingo ,7 de noviembre de 2021

“Solo sé… que no sé nada”, decía el filósofo griego Sócrates, hace casi 2.500 años. No parece que por el paso del tiempo esta reflexión haya perdido vigencia, a pesar de los extraordinarios avances científicos y tecnológicos; es más, actualmente la Humanidad se enfrenta a riesgos en gran medida inéditos, ante los que no caben certidumbres absolutas.

En la reunión de la Cumbre del Clima que se celebra estos días en Glasgow, por ejemplo, se constata cómo las consecuencias del calentamiento global están resultando más graves y más rápidas que lo previsto por la comunidad científica: muchos fenómenos metereológicos adversos interactúan entre ellos, produciendo efectos irreversibles en numerosas regiones del planeta.

De hecho, ya no se consideran suficientes los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para mitigar tales consecuencias, sino que se plantea la necesidad de eliminar en lo posible el CO2 acumulado en la atmósfera y que tardará siglos en desaparecer. 

Ni el cambio climático ni las nuevas pandemias pueden ser abordadas de forma aislada por ningún país, por poderoso que sea, si no creamos instituciones públicas capaces de impulsar y de aprovechar el talento humano –el único recurso que no tiene límites–, y capaces, tambien, de proteger a la ciudadanía, en particular a los más vulnerables

Y si hablamos de la Covid-19, nos enfrentamos al desafío de la evolucion de un virus que se ha expandido a escala mundial, con numerosas variantes –afortunadamente hasta ahora combatibles con las vacunas existentes–, y con secuelas físicas y mentales que también son objeto de preocupación y de atención médica.

Ni el cambio climático ni las nuevas pandemias pueden ser abordadas de forma aislada por ningún país, por poderoso que sea, si no creamos instituciones públicas capaces de impulsar y de aprovechar el talento humano –el único recurso que no tiene límites–, y capaces, tambien, de proteger a la ciudadanía, en particular a los más vulnerables.

Y por ello, nunca ha tenido tanto sentido como ahora la necesidad de una gobernanza democrática global, orientada a combatir el “lado oscuro de la globalización” –la ubicuidad de la contaminación y del calentamiento global, la destrucción de la biodiversidad, las profundas brechas de desigualdad, la evasión fiscal,…–. Y, seguramente, nunca ha sido tan evidente la necesidad de que en ese combate se apliquen, en todos los niveles de gobierno, los principios de igualdad, libertad, solidaridad y justicia social: los valores que definen a la socialdemocracia.

Frente al miedo al futuro, frente a la incertidumbre, nada más imprescindible que la confianza en instituciones que velen por el interés general, por el bien común. Instituciones que faciliten la consecución de legítimos intereses particulares sin perjudicar dicho interés general. Y sólo se puede confíar en quien actúa, en quien toma decisiones y se responsabiliza de ellas. Por eso, ésta no es la hora del ruido y de las descalificaciones: es la hora de las respuestas ambiciosas aunque viables, de la cercanía a quienes más sufren por las carencias materiales y afectivas que ha comportado la pandemia –o por cualquier otra catástrofe como la erupción volcanica en la isla de la Palma…–.

Es urgente, por lo tanto, situar a la política, a la buena política, en el ámbito de las soluciones y no de los problemas: es hora de bajar los decibelios y llevar a cabo, de la forma más consensuada posible, todos los cambios que exige nuestro tiempo.

Los Presupuestos Generales del Estado para 2022 son una herramienta imprescindible para aprovechar los nuevos fondos europeos, pero sobre todo para identificar las prioridades y consolidar las transformaciones necesarias –para una “recuperación Justa”–, muy en particular frente a la incertidumbre y la desafección de los más jóvenes, especialmente afectados, incluso con secuelas psicológicas, a causa de la Covid-19.

Es urgente, por lo tanto, abordar con rapidez dos de las cuestiones prioritarias para este segmento de nuestra población: el acceso a un trabajo estable y adecuadamente remunerado, y la disponibilidad de viviendas dignas y asequibles. La reforma del mercado laboral debe comportar, entre otras modificaciones, una drástica reducción de la precariedad –en la que España se sitúa a la cabeza de la UE–, así como el reforzamiento de las políticas activas de empleo, ya contemplado en el proyecto de Presupuestos para 2022. Y la nueva legislación sobre vivienda, unida al importante incremento de recursos para aumentar la oferta de vivienda pública en alquiler, previsto para el próximo año, permitirá generar expectativas de emancipación de los más jóvenes, hoy obligados a permanecer en casa de sus padres hasta más allá de los treinta años.

Contra la incertidumbre, determinación. Incluido el notable aumento de las partidas destinadas a la ciencia y a la innovación: aunque sigan existiendo dudas en el avance científico –como hace 2.500 años–, es fundamental promoverlo y orientarlo a las soluciones de los problemas de nuestra sociedad .

CRISTINA NARBONA

Presidenta del PSOE, partido del que es miembro desde 1993. Vicepresidenta Primera del Senado. Doctora en Economía por la Universidad de Roma, ha sido, entre otros cargos, secretaria de Estado de Medio Ambiente y Vivienda (1993-1996) y ministra de Medio Ambiente (2004-2008), así como embajadora de España ante la OCDE (2008-2011). Desde enero de 2013, y hasta su elección como presidenta del PSOE, ha sido consejera del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). Es miembro del Global Sustainability Panel del secretario general de Naciones Unidas (2010-2012), de la Global Ocean Commision y de la Red española de Desarrollo Sostenible. También forma parte del colectivo Economistas frente a la Crisis.

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