El acuerdo de investidura entre Junts y el PSOE parece hecho, no se sabe a cambio de que, ello no significa que ni propios y extraños entendamos lo que esta pasando en España.
Un buen amigo iberoamericano me pedía un artículo sobre la situación política en la España actual. Un favor me pidió, escribirlo de tal manera que lo pudieran entender ellos, ¡Ellos, no lo están entendiendo! Sí, los iberoamericanos, castellanos parlantes, hispanos originarios, hijos del mestizaje, y que suelen observar a España como un referente político, social, económico, cultural…no lo entienden. ¿Y nosotros?
¿No entender qué?: El “conflicto político catalán”; la amnistía; el desigual y complejo sistema autonómico español que crea tantos problemas; la crispación permanente; las algaradas callejeras de hoy en Madrid o las de ayer en Barcelona; o por qué lo electoral prevalece sobre lo político…; por no entrar en minucias como la jura de la princesa con tres ministros de la Nación Española ausentes por sus convicciones republicanas, unido a que medio centenar de representantes de la Nación no se presenten al acto… y pongo puntos suspensivos, muchos, pues el párrafo se alargaría a un infinito demasiado infinito para humanos convencionales.
¿Le pasó algo a España, donde parecía que todo funcionaba? ¿qué le pasa ahora? ¿y sobre todo qué le pasará en el futuro? Cuando el mundo se despedaza, o por lo menos lo parece, la lógica nos diría que hay que buscar los nexos de unidad, no uniformidad. Las sociedades cada vez son más plurales y pluralistas, eso es incontestable, pero también lo es que solo se puede construir desde las bases de confluencia. ¿La política no tiene puntos en común? En las situaciones complejas de interpretar y resolver es cuando se espera que los lideres crezcan, olviden sus inmundicias humanas para convertirse en “verdaderos cruzados”. Con capacidad de poner tras de sí a la mayoría de la sociedad. Esa es la historia.
Intentar responder a estas cuestiones no es sencillo. Lo más fácil, como así me ha pasado, es que llegue a producirse una versión humana de la implosión por presión hidrostática mental. Lo que le sucede a los submarinos cuando sobrepasan la profundidad máxima que pueden resistir.
No obstante, ahora que, “parece ser que por fin”, -ya todo el pescado está vendido- no es más sencillo entender lo que esta pasando, sin llegar a ser pesado por reiterativo por los diferentes argumentarios que con profusión se han enfrentado. Sería un buen ensayo destripar las cosas que se han dicho: absurdas, fuera de contexto, exageradas, tergiversadas, frívolas, y otras, sin duda, certeras y atinadas. ¿Cómo distinguir estas últimas?
Hay una cuestión previa imposible de soslayar, se diga lo que se diga en el asfixiante ambiente de polarización bloquista de enfrentamiento. O estás indefectiblemente con todo lo que dicen unos, o es que estás con los otros. ¡Fascista o Comunista! No hay término miedo, de un debate antiguo y superado. Relatos sin matices. Sólo queda apelar a la inteligencia natural, al sentido común y a la generosidad, del que no está de acuerdo con lo que uno dice, para que por favor no intente machacar al otro por lo que dice, incluso dónde lo dice.
Cuando la bronca pasa a la calle, la razón se ha perdido por todos. Dice el principio jurídico de causalidad: La causa de la causa es la causa de lo causado’, pero eso no exime, ni un ápice, la responsabilidad del que ejerce la violencia, del incitador a ella, del que no condena y sobre todo el que llama a la desobediencia del ejercicio de la autoridad. Si lo hacen representantes públicos se descalifican por sí mismos y como sociedad tenemos que rechazarlos, si no, al quedarnos impasibles nos tendremos que atendremos a las consecuencias.
Los dirigentes solo hacen uso de argumentarios simplistas, lo que esta llevado a ciudadanos de a pie a un enfrentamiento que sin duda ira creciendo. No son más que luchas de poder inmediato vestidas de transcendencia. ¡Háganselo pensar!
¿Y el conflicto catalán? No es, en ningún caso, entre España y Cataluña. Entre españoles y catalanes. Es entre dos Estados, uno soberano( salvo la soberanía compartida con la UE) y otro autonómico. España, según sienta el único intérprete valido de la Constitución, es un Estado compuesto. El Gobierno de la Nación y la Generalitat son Estado, su legitimidad es la misma. Ambos, fruto del pacto constitucional, entre las fuerzas políticas españolas representantes de los españoles, incluidas las organizaciones políticas nacionalistas (ahora independentistas).
En la elaboración de la Constitución y Estatuto de Autonomía y en sus referéndums aprobatorios, el pueblo catalán hizo ejercicio del derecho de autodeterminación de los catalanes y por él accedieron a su autogobierno los catalanes en 1979. Renovaron su autogobierno en la reforma estatutaria del 2010 y en un nuevo ejercicio del derecho al voto de los catalanes para refrendar la modificación estatutaria, texto corregido por sentencia del TC. Es lo que tocaba. Estas son las reglas del juego. Reglas de las que se han dotado los españoles y los catalanes para hacer viable un complejo estado compuesto y compatible con otros 17 entes territoriales dotados de una gran autonomía que incluye la capacidad legislativa, sin menoscabo de los derechos de los territorios y sobre todo de los ciudadanos.
En democracia no se pueden pretender catarsis ilusorias, eso sí que es de ilusos, se puede perdonar, pero no olvidar. La memoria democrática algo tiene que ver con esto. La democracia es la que surgió desde la publicación en el BOE de la Constitución Española de 1978 y todo lo que a partir de aquel momento se empezó a construir con mucho esfuerzo y siempre en el recuerdo de los que dejaron su vida por ella. En esa construcción también se incluye el sistema de autogobierno catalán y en el llamado bloque de constitucionalidad. Se pueden olvidar los actos de vandalismo, los que cometieron unos y ahora cometen otros, pero no se puede olvidar aplicar la ley, cada día, si no queremos que el caos ocupe nuestras vidas y la calle sea del más bruto o del más fuerte.
Se puede perdonar a los dirigentes públicos que en su ignorancia no supieran cuales eran las reglas del juego de todos y que se cambian conforme a las reglas iguales para todos y no a la voluntad propia. No olvidando que, si la ley no se cumple con unos, mañana la pueden incumplir por todos.
Evidentemente la democracia es el juego de las mayorías y en este caso puede ser legal y democrático pretender aprobar una norma convivencial por la mitad más uno de la representación popular en el Parlamento español. Ahora bien, para empezar, no es muy inteligente hacerlo, pues durará lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.
Los españoles tendrán que ser convencidos de que las razones y convicciones van mucho más lejos de la coyuntura de unos votos y un aparente miedo a que sean las urnas las que rompan la inestabilidad representativa que impide tener un gobierno estable. Vuelve a ser pertinente Tocqueville de que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia.
En democracia no se pueden pretender catarsis ilusorias, eso sí que es de ilusos, se puede perdonar, pero no olvidar. La memoria democrática algo tiene que ver con esto. La democracia es la que surgió desde la publicación en el BOE de la Constitución Española de 1978 y todo lo que a partir de aquel momento se empezó a construir con mucho esfuerzo y siempre en el recuerdo de los que dejaron su vida por ella. En esa construcción también se incluye el sistema de autogobierno catalán y en el llamado bloque de constitucionalidad. Se pueden olvidar los actos de vandalismo, los que cometieron unos y ahora cometen otros, pero no se puede olvidar aplicar la ley, cada día, si no queremos que el caos ocupe nuestras vidas y la calle sea del más bruto o del más fuerte.
Se puede perdonar a los dirigentes públicos que en su ignorancia no supieran cuales eran las reglas del juego de todos y que se cambian conforme a las reglas iguales para todos y no a la voluntad propia. No olvidando que, si la ley no se cumple con unos, mañana la pueden incumplir por todos.
Evidentemente la democracia es el juego de las mayorías y en este caso puede ser legal y democrático pretender aprobar una norma convivencial por la mitad más uno de la representación popular en el Parlamento español. Ahora bien, para empezar, no es muy inteligente hacerlo, pues durará lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.
Los españoles en este momento se encuentran en el limbo de la credibilidad política. ¿A quién creer? ¿Dónde se dijo digo porque ahora se dice Diego? ¿Es exención legal por investidura?
Los españoles tendrán que ser convencidos de que las razones y convicciones van mucho más lejos de la coyuntura de unos votos y un aparente miedo a que sean las urnas las que rompan la inestabilidad representativa que impide tener un gobierno estable. Vuelve a ser pertinente Tocqueville de que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia.
En democracia no se pueden pretender catarsis ilusorias, eso sí que es de ilusos, se puede perdonar, pero no olvidar. La memoria democrática algo tiene que ver con esto. La democracia es la que surgió desde la publicación en el BOE de la Constitución Española de 1978 y todo lo que a partir de aquel momento se empezó a construir con mucho esfuerzo y siempre en el recuerdo de los que dejaron su vida por ella. En esa construcción también se incluye el sistema de autogobierno catalán y en el llamado bloque de constitucionalidad. Se pueden olvidar los actos de vandalismo, los que cometieron unos y ahora cometen otros, pero no se puede olvidar aplicar la ley, cada día, si no queremos que el caos ocupe nuestras vidas y la calle sea del más bruto o del más fuerte.
Se puede perdonar a los dirigentes públicos que en su ignorancia no supieran cuales eran las reglas del juego de todos y que se cambian conforme a las reglas iguales para todos y no a la voluntad propia. No olvidando que, si la ley no se cumple con unos, mañana la pueden incumplir por todos.
Evidentemente la democracia es el juego de las mayorías y en este caso puede ser legal y democrático pretender aprobar una norma convivencial por la mitad más uno de la representación popular en el Parlamento español. Ahora bien, para empezar, no es muy inteligente hacerlo, pues durará lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.
Ahora bien, la bronca callejera, parece ser que es por la amnistía por aquellos que no entendieron ni parece entienden lo anteriormente dicho y eso les llevó a echarse al monte y cometer una serie de delitos. Lo importante es que el Derecho actúe, el Derecho, no los jueces cuyo cometido constitucional es cumplir y hacer cumplir las leyes. Ni hacerlas, ni cuestionarlas, eso es un problema jurídico que corresponde al Parlamento y al Tribunal Constitucional respectivamente. Hay una realidad incontestable: La amnistía, la vistan de lo que la vistan, no está recogida en la Constitución y en doctrina jurídica esto significa lo que significa. Es cuestión de esperar a un texto articulado que pueda ser contemplado en el marco jurídico constitucional.
Los españoles en este momento se encuentran en el limbo de la credibilidad política. ¿A quién creer? ¿Dónde se dijo digo porque ahora se dice Diego? ¿Es exención legal por investidura?
Los españoles tendrán que ser convencidos de que las razones y convicciones van mucho más lejos de la coyuntura de unos votos y un aparente miedo a que sean las urnas las que rompan la inestabilidad representativa que impide tener un gobierno estable. Vuelve a ser pertinente Tocqueville de que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia.
En democracia no se pueden pretender catarsis ilusorias, eso sí que es de ilusos, se puede perdonar, pero no olvidar. La memoria democrática algo tiene que ver con esto. La democracia es la que surgió desde la publicación en el BOE de la Constitución Española de 1978 y todo lo que a partir de aquel momento se empezó a construir con mucho esfuerzo y siempre en el recuerdo de los que dejaron su vida por ella. En esa construcción también se incluye el sistema de autogobierno catalán y en el llamado bloque de constitucionalidad. Se pueden olvidar los actos de vandalismo, los que cometieron unos y ahora cometen otros, pero no se puede olvidar aplicar la ley, cada día, si no queremos que el caos ocupe nuestras vidas y la calle sea del más bruto o del más fuerte.
Se puede perdonar a los dirigentes públicos que en su ignorancia no supieran cuales eran las reglas del juego de todos y que se cambian conforme a las reglas iguales para todos y no a la voluntad propia. No olvidando que, si la ley no se cumple con unos, mañana la pueden incumplir por todos.
Evidentemente la democracia es el juego de las mayorías y en este caso puede ser legal y democrático pretender aprobar una norma convivencial por la mitad más uno de la representación popular en el Parlamento español. Ahora bien, para empezar, no es muy inteligente hacerlo, pues durará lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.
Las cuestiones de financiación, es otra cosa, eso se resuelve con datos, números y negociando y sentando a la mesa a todos los que tienen algo que decir. Un estado compuesto y complejo tiene, sin duda, un sistema de financiación complejo y compuesto que requiere muchas horas de silla.
Ahora bien, la bronca callejera, parece ser que es por la amnistía por aquellos que no entendieron ni parece entienden lo anteriormente dicho y eso les llevó a echarse al monte y cometer una serie de delitos. Lo importante es que el Derecho actúe, el Derecho, no los jueces cuyo cometido constitucional es cumplir y hacer cumplir las leyes. Ni hacerlas, ni cuestionarlas, eso es un problema jurídico que corresponde al Parlamento y al Tribunal Constitucional respectivamente. Hay una realidad incontestable: La amnistía, la vistan de lo que la vistan, no está recogida en la Constitución y en doctrina jurídica esto significa lo que significa. Es cuestión de esperar a un texto articulado que pueda ser contemplado en el marco jurídico constitucional.
Los españoles en este momento se encuentran en el limbo de la credibilidad política. ¿A quién creer? ¿Dónde se dijo digo porque ahora se dice Diego? ¿Es exención legal por investidura?
Los españoles tendrán que ser convencidos de que las razones y convicciones van mucho más lejos de la coyuntura de unos votos y un aparente miedo a que sean las urnas las que rompan la inestabilidad representativa que impide tener un gobierno estable. Vuelve a ser pertinente Tocqueville de que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia.
En democracia no se pueden pretender catarsis ilusorias, eso sí que es de ilusos, se puede perdonar, pero no olvidar. La memoria democrática algo tiene que ver con esto. La democracia es la que surgió desde la publicación en el BOE de la Constitución Española de 1978 y todo lo que a partir de aquel momento se empezó a construir con mucho esfuerzo y siempre en el recuerdo de los que dejaron su vida por ella. En esa construcción también se incluye el sistema de autogobierno catalán y en el llamado bloque de constitucionalidad. Se pueden olvidar los actos de vandalismo, los que cometieron unos y ahora cometen otros, pero no se puede olvidar aplicar la ley, cada día, si no queremos que el caos ocupe nuestras vidas y la calle sea del más bruto o del más fuerte.
Se puede perdonar a los dirigentes públicos que en su ignorancia no supieran cuales eran las reglas del juego de todos y que se cambian conforme a las reglas iguales para todos y no a la voluntad propia. No olvidando que, si la ley no se cumple con unos, mañana la pueden incumplir por todos.
Evidentemente la democracia es el juego de las mayorías y en este caso puede ser legal y democrático pretender aprobar una norma convivencial por la mitad más uno de la representación popular en el Parlamento español. Ahora bien, para empezar, no es muy inteligente hacerlo, pues durará lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.
Solucionar el problema no es de convivencia, en todo caso de discrepancia política que se resuelve en las urnas.
Las cuestiones de financiación, es otra cosa, eso se resuelve con datos, números y negociando y sentando a la mesa a todos los que tienen algo que decir. Un estado compuesto y complejo tiene, sin duda, un sistema de financiación complejo y compuesto que requiere muchas horas de silla.
Ahora bien, la bronca callejera, parece ser que es por la amnistía por aquellos que no entendieron ni parece entienden lo anteriormente dicho y eso les llevó a echarse al monte y cometer una serie de delitos. Lo importante es que el Derecho actúe, el Derecho, no los jueces cuyo cometido constitucional es cumplir y hacer cumplir las leyes. Ni hacerlas, ni cuestionarlas, eso es un problema jurídico que corresponde al Parlamento y al Tribunal Constitucional respectivamente. Hay una realidad incontestable: La amnistía, la vistan de lo que la vistan, no está recogida en la Constitución y en doctrina jurídica esto significa lo que significa. Es cuestión de esperar a un texto articulado que pueda ser contemplado en el marco jurídico constitucional.
Los españoles en este momento se encuentran en el limbo de la credibilidad política. ¿A quién creer? ¿Dónde se dijo digo porque ahora se dice Diego? ¿Es exención legal por investidura?
Los españoles tendrán que ser convencidos de que las razones y convicciones van mucho más lejos de la coyuntura de unos votos y un aparente miedo a que sean las urnas las que rompan la inestabilidad representativa que impide tener un gobierno estable. Vuelve a ser pertinente Tocqueville de que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia.
En democracia no se pueden pretender catarsis ilusorias, eso sí que es de ilusos, se puede perdonar, pero no olvidar. La memoria democrática algo tiene que ver con esto. La democracia es la que surgió desde la publicación en el BOE de la Constitución Española de 1978 y todo lo que a partir de aquel momento se empezó a construir con mucho esfuerzo y siempre en el recuerdo de los que dejaron su vida por ella. En esa construcción también se incluye el sistema de autogobierno catalán y en el llamado bloque de constitucionalidad. Se pueden olvidar los actos de vandalismo, los que cometieron unos y ahora cometen otros, pero no se puede olvidar aplicar la ley, cada día, si no queremos que el caos ocupe nuestras vidas y la calle sea del más bruto o del más fuerte.
Se puede perdonar a los dirigentes públicos que en su ignorancia no supieran cuales eran las reglas del juego de todos y que se cambian conforme a las reglas iguales para todos y no a la voluntad propia. No olvidando que, si la ley no se cumple con unos, mañana la pueden incumplir por todos.
Evidentemente la democracia es el juego de las mayorías y en este caso puede ser legal y democrático pretender aprobar una norma convivencial por la mitad más uno de la representación popular en el Parlamento español. Ahora bien, para empezar, no es muy inteligente hacerlo, pues durará lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.
Solucionar el problema no es de convivencia, en todo caso de discrepancia política que se resuelve en las urnas.
Las cuestiones de financiación, es otra cosa, eso se resuelve con datos, números y negociando y sentando a la mesa a todos los que tienen algo que decir. Un estado compuesto y complejo tiene, sin duda, un sistema de financiación complejo y compuesto que requiere muchas horas de silla.
Ahora bien, la bronca callejera, parece ser que es por la amnistía por aquellos que no entendieron ni parece entienden lo anteriormente dicho y eso les llevó a echarse al monte y cometer una serie de delitos. Lo importante es que el Derecho actúe, el Derecho, no los jueces cuyo cometido constitucional es cumplir y hacer cumplir las leyes. Ni hacerlas, ni cuestionarlas, eso es un problema jurídico que corresponde al Parlamento y al Tribunal Constitucional respectivamente. Hay una realidad incontestable: La amnistía, la vistan de lo que la vistan, no está recogida en la Constitución y en doctrina jurídica esto significa lo que significa. Es cuestión de esperar a un texto articulado que pueda ser contemplado en el marco jurídico constitucional.
Los españoles en este momento se encuentran en el limbo de la credibilidad política. ¿A quién creer? ¿Dónde se dijo digo porque ahora se dice Diego? ¿Es exención legal por investidura?
Los españoles tendrán que ser convencidos de que las razones y convicciones van mucho más lejos de la coyuntura de unos votos y un aparente miedo a que sean las urnas las que rompan la inestabilidad representativa que impide tener un gobierno estable. Vuelve a ser pertinente Tocqueville de que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia.
En democracia no se pueden pretender catarsis ilusorias, eso sí que es de ilusos, se puede perdonar, pero no olvidar. La memoria democrática algo tiene que ver con esto. La democracia es la que surgió desde la publicación en el BOE de la Constitución Española de 1978 y todo lo que a partir de aquel momento se empezó a construir con mucho esfuerzo y siempre en el recuerdo de los que dejaron su vida por ella. En esa construcción también se incluye el sistema de autogobierno catalán y en el llamado bloque de constitucionalidad. Se pueden olvidar los actos de vandalismo, los que cometieron unos y ahora cometen otros, pero no se puede olvidar aplicar la ley, cada día, si no queremos que el caos ocupe nuestras vidas y la calle sea del más bruto o del más fuerte.
Se puede perdonar a los dirigentes públicos que en su ignorancia no supieran cuales eran las reglas del juego de todos y que se cambian conforme a las reglas iguales para todos y no a la voluntad propia. No olvidando que, si la ley no se cumple con unos, mañana la pueden incumplir por todos.
Evidentemente la democracia es el juego de las mayorías y en este caso puede ser legal y democrático pretender aprobar una norma convivencial por la mitad más uno de la representación popular en el Parlamento español. Ahora bien, para empezar, no es muy inteligente hacerlo, pues durará lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.
Por si se le ha olvidado a alguien, con este complejo sistema se intentó solucionar una cuestión que fue una de las principales causas de fracaso de la II República. El deseo de un Estado catalán independiente del Estado Español ha sido históricamente (desde mediados del XX) una reivindicación de la burguesía catalana pero no por grandes principios filosóficos políticos, sino porque así creían garantizar mejor sus propios intereses. Ahora podemos hacer todos los constructos que quieran, pero lo que es, es.
El problema catalán es un conflicto político recurrente que se puede avivar socialmente con intereses políticos de naturaleza variopinta. El nacionalismo y el populismo históricamente funciona así. No voy a negar la existencia de sentimientos nacionales catalanes. Un territorio, una lengua, cultura, tradiciones… y la parte orgánica de una nación también existen: Instituciones de autogobierno dentro de un amplísimo haz competencial, superior a un Estado federado alemán o norteamericano. El que España, y por ende Cataluña, estén dentro de la Unión Europea hace aún más notorio que es una exclusiva discusión sobre poder y por organizaciones políticas con intereses de espacio de poder. Puede ser un debate, nunca una bronca, nada para enfrentar familias y amigos. Nada para salir a la calle y menos que justifique enfrentamientos físicos. Es difícil de entender, no creo. Igual me he perdido algo, pero esto es una lucha política carente de interés ciudadano.
Solucionar el problema no es de convivencia, en todo caso de discrepancia política que se resuelve en las urnas.
Las cuestiones de financiación, es otra cosa, eso se resuelve con datos, números y negociando y sentando a la mesa a todos los que tienen algo que decir. Un estado compuesto y complejo tiene, sin duda, un sistema de financiación complejo y compuesto que requiere muchas horas de silla.
Ahora bien, la bronca callejera, parece ser que es por la amnistía por aquellos que no entendieron ni parece entienden lo anteriormente dicho y eso les llevó a echarse al monte y cometer una serie de delitos. Lo importante es que el Derecho actúe, el Derecho, no los jueces cuyo cometido constitucional es cumplir y hacer cumplir las leyes. Ni hacerlas, ni cuestionarlas, eso es un problema jurídico que corresponde al Parlamento y al Tribunal Constitucional respectivamente. Hay una realidad incontestable: La amnistía, la vistan de lo que la vistan, no está recogida en la Constitución y en doctrina jurídica esto significa lo que significa. Es cuestión de esperar a un texto articulado que pueda ser contemplado en el marco jurídico constitucional.
Los españoles en este momento se encuentran en el limbo de la credibilidad política. ¿A quién creer? ¿Dónde se dijo digo porque ahora se dice Diego? ¿Es exención legal por investidura?
Los españoles tendrán que ser convencidos de que las razones y convicciones van mucho más lejos de la coyuntura de unos votos y un aparente miedo a que sean las urnas las que rompan la inestabilidad representativa que impide tener un gobierno estable. Vuelve a ser pertinente Tocqueville de que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia.
En democracia no se pueden pretender catarsis ilusorias, eso sí que es de ilusos, se puede perdonar, pero no olvidar. La memoria democrática algo tiene que ver con esto. La democracia es la que surgió desde la publicación en el BOE de la Constitución Española de 1978 y todo lo que a partir de aquel momento se empezó a construir con mucho esfuerzo y siempre en el recuerdo de los que dejaron su vida por ella. En esa construcción también se incluye el sistema de autogobierno catalán y en el llamado bloque de constitucionalidad. Se pueden olvidar los actos de vandalismo, los que cometieron unos y ahora cometen otros, pero no se puede olvidar aplicar la ley, cada día, si no queremos que el caos ocupe nuestras vidas y la calle sea del más bruto o del más fuerte.
Se puede perdonar a los dirigentes públicos que en su ignorancia no supieran cuales eran las reglas del juego de todos y que se cambian conforme a las reglas iguales para todos y no a la voluntad propia. No olvidando que, si la ley no se cumple con unos, mañana la pueden incumplir por todos.
Evidentemente la democracia es el juego de las mayorías y en este caso puede ser legal y democrático pretender aprobar una norma convivencial por la mitad más uno de la representación popular en el Parlamento español. Ahora bien, para empezar, no es muy inteligente hacerlo, pues durará lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.