Hay un nuevo paisaje en Cataluña, pues. La fórmula de los últimos diez años se ha agotado, incluso en su fase de mera inercia y apariencia.
23 Noviembre 2021Escrito por Ferran Pedret i SantosPublicado en Opinión | https://elobrero.es/
El debate inicial sobre los presupuestos de la Generalitat de Catalunya ha tenido como consecuencia más notable un cambio en el paisaje político.
El espectáculo ofrecido por la torpeza e improvisación en su negociación, por parte del Presidente Pere Aragonès y de la propia ERC, no debe distraernos. Hemos entrado en un nuevo momento político.
Después del otoño de 2017 y de las elecciones de diciembre de ese año, si algo quedó claro es la imposibilidad, para el independentismo, de alcanzar los objetivos máximos que verbalizaba, y aún menos por los medios que ensayó. La desorientación de las distintas estrategias que conviven en el independentismo es notable desde entonces. Las divergencias entre partidos independentistas y su pugna por la hegemonía dentro del campo independentista se han mostrado con creciente crudeza y dramatismo.
¿Cómo explicar, entonces, la reedición de los pactos entre partidos independentistas, visto lo visto? Porque, para que dé fruto la auténtica razón última del procés para los partidos independentistas, debe aparentarse ante su base social y electoral que no se ha renunciado a la consecución de esos objetivos máximos, aun sabiendo que no están a su alcance. Uno de los elementos claves es el de mantener la apariencia de unidad de los partidos independentistas, para evitar la desmovilización electoral del votante independentista.
Y es que el procés, desde la perspectiva de los partidos independentistas o, al menos, para los dos principales, es ante todo un mecanismo para retener el poder, sin necesidad real de rendir cuentas, de gobernar bajo el escrutinio crítico del conjunto de la ciudadanía. Al insistir en una hipotética decisión dicotómica entre la secesión o el statu quo, reducen la complejidad de los problemas sociales, económicos o de diseño institucional a tal cuestión, que además divide por mitades a la sociedad catalana. Lo primero permite redirigir cualquier crítica a la actuación del gobierno independentista. Todo es culpa del enemigo exterior o del interior. Lo segundo cohesiona, amalgama, borrando las diferencias ideológicas y sustituyéndolas por la adhesión a una identidad. Es un potente vector de movilización electoral.
Pero todo se viene abajo sin la apariencia de unidad. Resulta entonces imposible convencer a las bases del independentismo de la factibilidad de los objetivos máximos, más aún a la vista de la evolución de la realidad económica, social y política en los últimos dos años. De ahí que ERC martillee continuamente, en sus discursos, con la idea de mantener “la mayoría de la investidura”.
La negociación de los presupuestos de la Generalitat ha dado al traste con ella. Está rota, como está roto el propio gobierno de la Generalitat, a pesar de lo cual seguirá un tiempo más dándose una oportunidad, mientras Catalunya pierde una tras otra por su incapacidad. Veremos aún proseguir la degradación de las relaciones entre socios, que lastra su capacidad de ofrecer un proyecto político, y hasta su mera capacidad de gestionar el día a día. El poder es un buen adhesivo, pero todo se agota.
Hay un nuevo paisaje en Cataluña, pues. La fórmula de los últimos diez años se ha agotado, incluso en su fase de mera inercia y apariencia. Pero para que se abra un nuevo tiempo, debe abrirse paso una alternativa, que empezó a perfilarse en las últimas elecciones al Parlament, con la victoria del PSC.
FERRAN PEDRET I SANTOS
Abogado, diputado del PSC en el Parlamento de Cataluña en la décima, undécima y duodécima legislaturas. Secretario primero del Parlamento de Cataluña.