Se utiliza la palabra libertad, con demasiada frecuencia, para referirnos a pensar, decir o hacer lo que a cada uno le apetezca, casi sin limitación alguna.
Opinión por José Luis Pedreira Massa | revista.lamardeonuba.es/ |de enero de 2022
La pandemia del covid-19 también ha reactualizado un sentimiento y una palabra: libertad. En ocasiones se ha utilizado la palabra con distorsiones evidentes y con una gran confusión conceptual o, lo que es peor, provocando confusionismo con una utilización por los pelos y un tanto torticera.
Se utiliza la palabra libertad, con demasiada frecuencia, para referirnos a pensar, decir o hacer lo que a cada uno le apetezca, casi sin limitación alguna. En época de pandemia se debe ser muy receptivos a algunos sentimientos que determinadas opciones de protección, como el uso de la mascarilla, las restricciones en el uso de la restauración y el ocio nocturno y, sobre todo, el confinamiento como situación extrema, pudieran afectar al concepto y ejercicio de la libertad.
Según el diccionario de la RAE, libertad es la facultad que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. Existen otras voces referidas al encarcelamiento y estar preso y otras aplicaciones que serían por extensión, así como otras aplicaciones más limitadas. De acuerdo con esa primera acepción, tenemos unos componentes a resaltar de gran relevancia: es una facultad humana que incluye pensar y actuar o no en base a algo indeterminado, pero sobre todo lo relaciona con la responsabilidad. Es decir, libertad y responsabilidad están claramente emparentadas, dicho de otra forma: no existe libertad ni decisión libre sin aceptar la responsabilidad que ello conlleva.
Una primera aproximación se refiere a la libertad de expresión, que representa un derecho humano de primera magnitud, un derecho básico del ser humano por el que se ha luchado, se ha padecido persecución, incluso han existido asesinatos a quienes la defendían. Pero tampoco es poder decir cualquier cosa y que se haga de balde. Dos pensadores españoles de primer nivel José Luis Sampedro (Catedrático de Económicas, novelista y Premio Cervantes) y Emilio Lledó (Catedrático de Filosofía, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades) se refirieron a la libertad de expresión poniendo dos condiciones básicas y sustanciales para contemplarla como tal, la libertad de expresión necesita ineludiblemente tener contenido mental y realizarlo con capacidad de reflexión.
Efectivamente, siguiendo a estos autores, el contenido mental aporta condiciones básicas de conocimiento acerca de los temas que se expresan y la reflexión aporta el sustento de no ser algo improvisado o impulsivo. Dos características básicas para la libertad de expresión: reflexionar, pensar, elaborar sobre un tema y, por lo tanto, que le otorgue contenido y lo categorice de cara a la opinión que se expresa.
Con estas dos características, la libertad de expresión incluye la responsabilidad acerca de lo que se opina y expresa. Al existir reflexión y contenido hace que el sujeto asuma el desarrollo como algo propio y con una finalidad: emitir un juicio acerca de algún tema que pudiera resultar polémico, pero asumiendo las consecuencias personales en las que pudiera incurrir ese juicio u opinión. Ser responsable lo es para los buenos efectos (por ejemplo, citas públicas o científicas posteriores) o para lo menos bueno (por ejemplo, las críticas o los posibles efectos legales).
La emisión de insultos no deben ser incluidos en el ejercicio de la libertad de expresión, muy al contrario, denotan falta de respeto y deficiente educación en aquel que emite los improperios. Nunca los insultos son motivo que expresen la libertad de expresión, es más, Sócrates señaló que cuando en un debate uno de los contrincantes se sabe perdedor, entonces se ampara en el insulto, en la descalificación y maledicencia hacia el otro contrincante.
Una segunda dimensión de la libertad hace referencia a la libertad social. José Luis Rodríguez Zapatero señaló bien al decir que hay gente o grupos que claman por la libertad desde un punto de partida donde ya se vive en libertad, según este autor, la libertad se valora por aquellos que no la tuvieron y lucharon por conseguirla, porque estas personas arriesgaban su propia vida en estas lides. En estas circunstancias se valora la libertad, caso que la libertad es otorgada se podría banalizar su valor y se cosifica en aspectos que poco o nada remiten a su verdadero contenido.
Un ejemplo paradigmático se ve en lo acontecido en el denominado como procès, en efecto se decía en los ámbitos independentistas que había un ataque a la libertad, pero lo podían decir públicamente, se presentaron a elecciones, defendieron públicamente sus ideas y planteamientos, omiten que solamente se actuó cuando se cometieron actos y que su contenido transgredía la ley vigente de forma manifiesta; esto hace que no fuera una opinión o el ejercicio de la libertad, sino que se cometieron actos potencialmente delictivos que posteriormente fueron sancionados como tales por el Tribunal Supremo.
La libertad debe cumplir, como requisito indispensable, que el ejercicio de términos, la solicitud y ejercicio de mi libertad individual se hace en base a reconocer la libertad del otro y, por lo tanto, la libertad es un concepto dinámico e interactivo.
La libertad no está referida a hechos poco consistentes, la libertad para ir de cañas es una caricatura malintencionada de la libertad. La libertad individual sin un marco general de libertad es difícil de sostener. La libertad individual se puede ejercer en un contexto de libertad social. Cuando existe una dictadura, el marco individual se ve anulado por la represión colectiva, lo que persiste es el individualismo que enmascara el concepto de libertad, se confunde el “hago lo que me da la gana” con la libertad, en la dictadura se es “libre” de poner 1,X,2 en las quinielas, pero ese acto es elección simple, no es libertad. Realizar este equívoco es una perversión del lenguaje que utilizan los que no quieren que se viva con la libertad.
En el transcurso de la pandemia se han vivido momentos complicados, en los que algunos aspectos limitados de la libertad individual se han visto comprometidos, en aras a obtener un bien común. Así sabemos que se utilizaba confinamientos, pero era cuarentena el término correcto; se utilizaba prohibición de actos, cuando era una limitación en base a minimizar la posibilidad de contactos. Primar lo colectivo sobre lo individual, era una condición previa para cercar a la pandemia. Esta actuación de cercar, incluso físicamente, no es algo nuevo, sino que era la actuación prioritaria en las pandemias históricas, donde se exilaba y expulsaba a los infectados de sus comunidades o se les encerraba en verdaderos guetos a los padecían esa afección. Solo hace falta recordar cómo se trataba a las personas que padecían lepra desde la época clásica, lo que se hacía en la época del reinado de Felipe IV con la peste bubónica, la creación de guetos como la islas lazareto como la de Molokai o el islote frente a nuestra isla de Menorca, las leproserías de Trillo en Guadalajara o de Fontilles en Alacant. De igual forma se debe recordar que las normas actuales de uso de mascarillas, distancia social y lavado de manos, ya fueron publicadas en el BOE en los años 1918 durante la mal denominada como gripe española.
En la actual pandemia ha acontecido una serie de hechos que confluían e incrementaban los juicios, realizando verdaderas hipérboles sobre lo que sucedía. Esas exageraciones llevaban a un exceso de las denominadas “fake news” que ocupaban el lugar de la información fiable, así se expandía la denominada exaltación de la libertad de los negacionistas o de los antivacunas, denominando libertad a la oposición a las normas comunitarias, surgían opiniones de políticos iluminados para clamar por la libertad de tomar cañas e ir de fiesta, transformando el ocio en un ejercicio de libertad; la libertad no puede ser favorecer las posibilidades para incrementar la transmisión de la infección ya que no se respeta el derecho del otro al que contagio. Además, había factores que contribuían a estos efectos perniciosos y perversos: está siendo una pandemia emitida en directo y con una mejorable política informativa, con lo que las incertidumbres de lo nuevo se amplificaban. También un efecto perverso y pervertido de la denominada libertad, está siendo comunicar noticias alarmantes, informaciones sobre lo más negativo y amplificar a los negacionistas y grupos que se oponen a las normas de salud pública.
La libertad comporta responsabilidad, elección entre posicionamientos contrastados. Información sobre las bases para poder elegir y reflexión sobre esos contenidos. La libertad es un bien preciado y valioso, pero su utilización pervertida desnaturaliza el concepto y el ejercicio de la libertad.
En estas condiciones se incrementa la crispación y la agresividad y todo con la presunta exaltación de la libertad, excusas para evitar comprometerse con el máximo valor de la libertad: tener una convivencia social y personal de forma adecuada, con un verdadero valor interactivo y dinámico, propio del reconocimiento del otro y sus límites, solo sabiendo que mi libertad termina donde se inicia la libertad del otro, solo en estas condiciones se accede al ejercicio de la libertad.
No se me olvida desearles a todos, todas y todes mis mejores deseos para este año 2022. Que sean libres y felices.
El Dr. José Luis Pedreira Massa, Don Galimatías en La Mar de Onuba, es Vocal del Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED).