No es cierto que haya una pandemia de crispación en la política española. Ni en la política, ni en…
Fundaccion Sistema | miércoles, 22 de diciembre de 2021
No es cierto que haya una pandemia de crispación en la política española. Ni en la política, ni en los políticos, ni en el Parlamento. Hay crispación y hay crispadores, sí, pero pueden identificarse y circunscribirse perfectamente, sin generalizar: están en la derecha.
Los políticos de PP y Vox participan en una competición de barbaridades que les descalifica a ellos, que embarra la vida pública, que deteriora las instituciones democráticas y que puede acabar afectando a la propia convivencia ciudadana.
Casado compite con Ayuso en una espiral descabellada de improperios al Gobierno, al tiempo que ambos dos compiten con la ultraderecha en una carrera alocada hacia el extremismo, que les aleja cada vez más del interés general de la ciudadanía
Han comparado la situación de una familia que reclama más horas de enseñanza en castellano con el apartheid que causó miles de muertes en Sudáfrica, y hasta con el nazismo responsable del holocausto judío. Han acusado al Gobierno del crimen abyecto de encubrir abusos sexuales a menores.
Han señalado en el extranjero a ministros del Gobierno de España por haberse financiado gracias al “narco-comunismo”. Han asegurado que en los colegios de nuestro país se prohíbe hablar en español e, incluso, no se permite a los niños castellanohablantes ir al lavabo.
En pleno escenario de recuperación, cuando Europa decide el destino de sus ayudas y los inversores afinan criterios para adoptar sus decisiones, han asegurado que España está en quiebra, que se malgastan los fondos europeos y que vamos al desastre.
Aún no contento tras agotar el diccionario de descalificaciones, el líder de la oposición ha querido dejar clara la altura moral e intelectual de su argumentario con un sonoro “¡coño!”, proferido contra el Presidente del Gobierno desde su escaño en la solemne sede de la soberanía popular.
Conforme los datos de la economía española mejoran, con el crecimiento sostenido del PIB y la afiliación récord a la Seguridad Social, más barbaridades profieren. Conforme más felicitaciones recibe nuestro país por su exitosa campaña de vacunación, más improperios gastan. Conforme más leyes positivas salen adelante, más insultos se escuchan.
Si un día Ayuso se descuelga con una barrabasada, al día siguiente Casado la dice más gorda, no sea que le traten de flojo. Y si la derecha a la que los ultras llaman cobarde escala mil metros, los ultras genuinos escalan dos mil. Y así hasta la estratosfera, ante la estupefacción y el asqueo general.
La derecha española padece de una doble convicción dramática desde hace demasiado tiempo. Están convencidos de que solo ellos merecen gobernar y, a la vez, entienden que no pueden ganar elecciones por las buenas, porque sus recetas no lo merecen en realidad.
En conclusión, solo les queda una estrategia: deslegitimar al adversario, sembrando falsedades acerca de su integridad moral; y tumbarle con todos los recursos disponibles, sin escrúpulo ético alguno.
A esta doble convicción se añade ahora un doble problema añadido. La dirigencia popular siente el aliento del sorpasso a cargo de los nostálgicos del franquismo que antes engordaban sus filas. Y al presidente actual del PP le ha salido una baronesa respondona en Madrid.
Ante la presión de los bárbaros externos e internos, a Casado y compañía solo se les ha ocurrido desbordarles con más barbarismo.
El daño que ocasionan al Gobierno es solo relativo. En realidad, tanto extremismo por parte de la derecha contribuye a centrar al ejecutivo. Las barbaridades de la derecha convierten cada decisión del Gobierno en un alarde de prudencia y estabilidad. Y las exageraciones de sus portavoces restan credibilidad a las críticas, que de otra forma podrían tener algún fundamento.
Por otra parte, tanta amenaza bárbara hacia comunistas y nacionalistas aglutina cada día más a los apoyos parlamentarios del Gobierno. Ya se dijo desde la tribuna: “Quizás no nos une el amor, pero con seguridad nos une el espanto”.
El daño político al Gobierno, por tanto, es reducido. Las barbaridades de la derecha provocan más daño en el funcionamiento de las instituciones democráticas, desde el Congreso embarrado hasta el consejo del poder judicial caducado.
Y producen daño muy especialmente en la propia sociedad, porque la escenificación de tanto extremismo deteriora la confianza en el presente y en el futuro propio.
¿Y van a parar? Todo parece indicar que no.
Ahora bien, que no nos esperen en el barro.
Ellos, a sus crispaciones. Nosotros, a seguir trabajando duro y bien, para seguir avanzando en derechos y libertades.