Por Rafael Simancas
Por Rafael Simancas

Como la lucha contra la esclavitud no era cosa tan solo de los esclavos. El 8 de marzo nos…

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 lunes, 08 de marzo de 2021 | Rafael Simancas

Como la lucha contra la esclavitud no era cosa tan solo de los esclavos. El 8 de marzo nos interpela a todas y a todos acerca del tipo de sociedad que queremos construir, y acerca del grado de injusticia que estamos dispuestos a asumir.

Hacer del 8M una jornada de lucha exclusiva de mujeres es un error, como lo es hacer del feminismo una bandera a enarbolar solo por ellas. Una sociedad machista es una sociedad indigna, y lo es para las víctimas, para los que victiman y para los demás que alientan, que consienten o que ignoran.

Hoy, por tanto, cabe denunciar la actitud condescendiente del que asiente sin más ante las reivindicaciones del 8M. “Claro, claro, igualdad, desde luego…”, y a otra cosa… pero no de mujeres.

También cabe reprochar al que corta y pega discursos impecablemente correctos acerca de la igualdad, un minuto antes de lamentarse por el fastidio de las cuotas, de las paridades y de las cremalleras.

Como hay que señalar al que desprecia con media sonrisa paternalista esos debates “de mujeres”, sobre el género, el patriarcado, la corresponsabilidad, la conciliación, la coeducación, el techo de cristal, el suelo pegajoso, el consentimiento expreso, el empoderamiento y otros conceptos “que no aspiro a entender”.

Es un error asumir que “eso de la igualdad” le corresponde a las mujeres, que lleva su camino y que va bien. Porque no es verdad.

La igualdad ha de ser un objetivo de todos y todas, o será un objetivo frustrado. La igualdad debe ser un compromiso de todos y todas, o será un compromiso falso. La igualdad tiene que ser una tarea de todos y todas, o no pasará de ser un discurso hipócrita.

Ni es fácil, ni va bien. Ni mucho menos.

Las mujeres asesinadas por sus parejas lo son por ser mujeres, porque sus parejas las consideran suyas, subordinadas y victimizadas. Pero hay quienes lo niegan, y cuando lo niegan desde las instituciones ponen en riesgo a todas las mujeres.

El “solo sí es sí” no es un eslogan pancartero, ni una blasfemia jurídica, ni una rabieta frente al togado insensible. Es la herramienta que ellas necesitan para que el juez no juzgue violación solo con la violada heroica y muerta, para que haya justicia, para ser libres.

La prostitución no es un mercado libérrimo y simétrico, sino una forma de explotación de seres humanos, de mujeres cosificadas y mercantilizadas, la esclavitud consentida en las sociedades de nuestro tiempo. Una indignidad que no nos atrevemos a ilegalizar.

Los cuidados atienden a todos, se celebran por todos, se agradecen por todos, pero los asumen ellas. En pandemia, más.

El Estatuto legal se refiere a los trabajadores y a las trabajadoras. Pero el Estatuto real ampara a los trabajadores y discrimina a las trabajadoras. Y no somos capaces de acabar con las brechas salariales, con las carreras profesionales masculinizadas, con la maternidad penalizada…

Ellas son cada vez más visibles en el poder. Es cierto. Pero tienen que pagar más precio por llegar. Y tienen que recibir cuestionamiento extra por mantenerse. Y tienen que enseñar más los dientes para que las respeten.

Una mujer a la que admiro y que lidera el grupo en el que trabajo suele decir que no hay socialismo sin feminismo. Yo me atrevo a añadir en este 8M que el feminismo necesita más hombres feministas.

 

Fotografía: Carmen Barrios

Por psoech