El infierno está lleno de buenas intenciones, me decían de pequeña, pero es que en este caso hasta dudo que hubiera buenas intenciones, solo se buscaba el postureo progre
Por Mar Espinar | El País | lunes, 10 de enero de 2022
Lo que más me entristece a la hora de ponerme a escribir este artículo es saber de antemano que muchas personas usarán las redes sociales para insultarnos a mí y a mi partido. Sí, he dicho insultar, no criticar ni polemizar. Vivimos tiempos de turbas mediáticas que recorren la red con antorchas, gritando y creyéndose verdugos.
Pero, bueno, vayamos al tema.
En un sistema democrático, la teoría política nos dice que existen líneas, no siempre de color rojo, que establecen los límites de cada ideología. Las distintas sensibilidades encajan unas con otras como piezas de puzle. A veces, hay que pasar un buen rato para encontrar la pieza acertada; en otras ocasiones, cuando te queda poco para acabar, falta una puñetera ficha, y estás a punto de rendirte cuando aparece en ese lugar en el que has mirado antes mil veces. El sistema democrático, que tenemos la obligación de cuidar a diario, nos permite enfrentarnos dialécticamente a los otros sin llegar a las manos, nos permite eso y algo mucho mejor: propiciar acuerdos entre opciones políticas distintas. La democracia se sustenta en un principio fundamental: siempre será más lo que nos une que lo que nos separa. Por eso me gusta tanto una frase que Ortega y Gasset aplicaba a la moral: “La rigidez es característica de los cadáveres”.
Sin embargo, para que esta virtud política, porque virtud es llegar a entenderse con “ellos” y no solo con “nosotros”, se materialice han de cumplirse al menos dos requisitos. El primero de ellos es que lo que se proponga tenga como finalidad mejorar la vida de los ciudadanos. El segundo, que ambas partes se respeten. Las partes del pacto son iguales. Y ahora es cuando hago el giro final, que enfadará a unos y a otros, para aplicar lo que acabo de decir al ayuntamiento de Madrid.
Por un lado, tenemos un trío de desertores que demuestra su clara determinación por seguir siendo concejales a pesar de todo, contra viento y marea. No quieren recuperar nada, lo que no quieren es perder lo que tienen. Doy fe de que el poder, como cualquier droga, resulta adictivo, pero de todo se sale. La falta de responsabilidad política les ha llevado a usar como moneda de cambio ciertos asuntos que les trascendían. El infierno está lleno de buenas intenciones, me decían de pequeña, pero es que en este caso hasta dudo que hubiera buenas intenciones, solo se buscaba el postureo progre. Y, por otro lado, tenemos a nuestro alcalde a tiempo parcial, paradigma de la derecha más clásica. Almeida no oculta su desprecio hacia aquellos con quienes ha llegado a un acuerdo presupuestario, Roma sí paga a traidores.
Algo falla cuando unos venden su alma al diablo por continuar en Cibeles. Algo falla cuando el diablo compra esas almas y las desprecia.