Manuel Vicent presenta en ésta, su última novela, un relato caleidoscópico de su mundo interior y de sus sueños, de sus recuerdos de juventud y de sus vivencias como testigo.
Manuel Vicent presenta en ésta, su última novela, un relato caleidoscópico de su mundo interior y de sus sueños, de sus recuerdos de juventud y de sus vivencias como testigo.
La recreación constituye un relato colorista plagado de referencias mitómanas a Madrid, a su vida nocturna, la que entonces estaba de moda, como los salones “Pasapoga” y como las salas de fiesta y restaurantes más frecuentados del Madrid clásico como “Botin” o Lhardy.
Es también un homenaje al cine, al cine americano, a las visitas de algunos actores de Hollywood a Madrid, a sus rodajes y a sus citas nocturnas. También algunos de los productores de la época que desembarcaron en ese Madrid de cine impostado de grandes superproducciones pletórico de extras como los de Samuel Bronston y sus films rodados a la salida de Madrid en unos estudios de cartón piedra, camino de la Sierra madrileña.
Es el momento de los grandes amores, tórridos y exóticos entre Ava Gardner y el torero Luis Miguel Dominguín, donde la vida nocturna solo era para las grandes estrellas y los que tenían posibles, extremos que solía coincidir con los afectos al régimen.
Es también el momento de la radio de Bobby Deglané y de Ama.Rosa. De las ediciones amarillentas del periódico “El Caso” para las gentes humildes y para los sucesos oscuros, contrapicado de las escenas de pasiones ocultas que sirvieron para llenar las revistas del corazón y esconder lo gris y famélico de un país que aún conservaba las cicatrices y las huellas de la guerra civil.
Un Madrid noctámbulo, de serenos con chuzo y del Café de Chinitas, de los cines de estreno de la Granvía, y de los cócteles y aperitivos del restaurante de D. Santiago Bernabeu, residencia y visita habitual de putas y confidentes, mudo homenaje a la gente con recursos y señuelo al despertar, de la juventud de los años 50 y 60 años que le toco vivir al autor.
Si los italianos tuvieron el cine del neorrealismo italiano, del “General de la Rovere, o de “Roma Citta Aperta”, Manuel Vicent nos traslada al subrrealismo de la época franquista, en una narración plagada de rasgos de humor y de ironía. Es un viaje narrado al gusto del mundo de Berlanga y Azcona, al humor negro, y sobre todo, es un homenaje a una de sus películas emblemáticas como es “El Verdugo”. Solo le falta citar en un cameo a Pepe Isbert, aquel admirable actor de “Bienvenido Míster Marshall”.
En todos sus libros perviven y se acuñan significativos ejercicios de memoria histórica individual y colectiva, como latigazos, siempre con rasgos de ironía, e incluso de histrionismo.
En otras ocasiones, su destino es Valencia y la Malvarrosa, en su famoso tranvía, otras es Vilavella su pueblo natal, o en ocasiones, su Denia adorada donde encontró su lugar de refugio y reposo. Paisajes de velas y mares azules, de amplios espacios perfumados y coloristas rellenos de personajes insignes como Vicentico el Bola, o devorados por la pasión y la belleza de la protagonista, Martina, en “Son de MAR”.
Incluso hay un guiño explícito cuando el protagonista de este relato, David, se tira al agua para devolver en las orillas de Benicasim, el sombrero al director de cine que rueda al pie del Hotel. De nuevo su adorado Berlanga, que rueda en la playa unas escenas. Es una instantánea más, una referencia cariñosa del famoso y decadente “Hotel Voramar” de Benicasim, donde el autor situó en él otra de sus novelas, “León de Ojos Verdes”, el refugio sagrado de los republicanos heridos cuando la guerra.
Aquí el personaje oscuro es Jarabo, el miserable destino de un asesino prepotente y amoral como fue Ruiz Jarabo, autor de cuatro crímenes sin apenas justificación más que para la mente de un chulo. El sobrino del entonces Presidente de una famosa sala de Justicia acabó quedando descubierto por el trabajo minucioso de la Brigada de Investigación Criminal con unas pruebas incontrovertibles.
No le salvó de la condena a muerte ni sus influencias, ni sus bravatas. El régimen liquidó el asunto como tenía entonces por costumbre con una demostración de fuerza ajusticiando al reo, en este caso, mediante la cruel fórmula del garrote vil. Había que dar ejemplo. En este punto se encuentran de nuevo el autor y Berlanga, sus referencias son coincidentes e inspiradoras.
Aquí en este lado oscuro del relato, de los crímenes descritos como la envenenadora de Valencia, o el crimen del Cine Oriente, se remansan las escenas y constituyen el anverso del oropel descrito de la vida de los actores del cine americano y de las fiestas nocturnas, por tanto, del devenir de los dioses. El autor nos acerca por sus calles de la mano de un estudiante de derecho, David, en su periplo por un Madrid próximo, cálido y golfo, contado con gotas de humor y doble sentido.
Manuel Vicent no defrauda. Acumula y describe viejas experiencias, amaneceres turbios y procaces, relatados atormentados y difusos, con una pluma preciosista y singular, siempre entretenida. Son los momentos más memorables de un Madrid desaparecido que fue en su época un icono de una España, la de los 25 años de Paz, empedrada sobre las espaldas de los trabajadores.
Valencia 15 de Mayo 2021
Pedro Liébana Collado