Los ruidos en Chamberí abarcan más que la archiconocida calle Ponzano y las terrazas Covid. Los vecinos llevan años de lucha. El ayuntamiento y la policía brillan por su ausencia
theobjective.com | lunes, 20 de diciembre de 2021
Hace tiempo que la madrileña calle de Ponzano y sus alrededores son famosos por dos motivos: el primero es que es una zona de moda de restauración y ocio nocturno, y el segundo es que es una zona de lucha vecinal contra el ruido. Ponzano es la cara visible de esta batalla entre residentes, hosteleros y ayuntamiento pero no la única, pues la lucha vecinal se extiende a otros lugares del distrito de Chamberí que también sufren contaminación acústica, como la zona de Olavide y Trafalgar, de Guzmán el Bueno, de Hilarión Eslava o de Julián Romea. Así como lo habitual es centrar el tiro en Ponzano cuando se habla de ruidos, también lo es relacionar el problema de contaminación acústica con la pandemia y las famosas terrazas covid, pero la realidad es que la lucha empezó antes y todo apunta a que seguirá después.
La Asociación Vecinal El Organillo de Chamberí tiene más de cuarenta años de existencia. Pilar Rodríguez es portavoz de la asociación y de la plataforma que crearon: Stop Ruidos, SOS Chamberí. La plataforma nació a principios de 2019 en Ponzano. Cuando la crearon sabían que los ruidos afectaban a otras zonas del distrito pero empezaron por ahí con la idea de ir aglutinando poco a poco a los vecinos de otras zonas ruidosas. Y así fue. «Creamos la plataforma porque sabemos que hay gente reacia a unirse a una asociación de vecinos, hay quien nos dice que vamos contra el PP, pero es que prácticamente siempre ha gobernado este partido en el ayuntamiento… y yo creo que el ruido te molesta votes a quien votes, así que nosotros montamos la plataforma con la idea de atraer a más vecinos», explica Pilar.
«El ruido te molesta votes a quien votes»
Pilar Rodríguez, portavoz de Stop Ruidos SOS Chamberí
La portavoz recuerda que las cosas empezaron a complicarse en Ponzano cuando Ahora Madrid estaba en el ayuntamiento y permitió la apertura de nuevos bares. Después, en 2016, decidieron que las fiestas del distrito se celebraran en esa calle; a partir de ahí empezó el desmadre –en palabras de Pilar– de Ponzano y nació la plataforma, que tiene una lista de ruido formada por trescientos vecinos. «Esa es la gente que está comprometida, que difunde la información, que va a las concentraciones, y luego mogollón de gente que no tiene tiempo para tanto compromiso pero que está ahí», explica Pilar.
Ponzano: ruido de día, ruido de noche
Quedo con Pilar un miércoles a media mañana. Nos sentamos en un banco cerca de su casa, que está a un minuto caminando de la calle Ponzano. Levanto la vista y veo su piso, es un tercero exterior y en su balcón, debajo de unas macetas con flores, está el cartel de Stop Ruidos, SOS Chamberí. «En 2016 había cuatrocientas terrazas en todo el distrito y ahora hay más de ochocientas, de las cuales cincuenta son ilegales, que sepamos, pero no pasa nada. Y de bares ni se sabe, aquí en la pandemia se han abierto bares», cuenta Pilar.
«En 2016 había cuatrocientas terrazas en todo el distrito y ahora hay más de ochocientas»
Pilar Rodríguez, portavoz de Stop Ruidos SOS Chamberí
Los mejores días para vivir en Ponzano son el domingo, lunes y martes. «A partir del miércoles la cosa se complica: treinta personas gritando debajo de tu casa, colas para entrar en los bares, gente cantando el cumpleaños feliz. Y eso por no mencionar a la gente follando y vomitando en tu portal, pero ese es otro tema. Todas estas cosas a la gente nos generan angustia», explica.
Una de las reivindicaciones históricas de la asociación es peatonalizar las calles pero han abandonado esa petición ante el miedo a que la cosa se complique más. Pilar lo tiene claro, no quiere porque lo primero que hacen cuando se peatonaliza una calle es poner más terrazas y bares. Para ella lo peor de la zona de Ponzano es la hostelería pero no es el único problema acústico. La asociación suele estar a favor de la construcción de carriles bici pero se opusieron al de Santa Engracia. «Ha acabado sucediendo lo que nos temíamos, ahora aquello se atasca y la gente pasa por calles como la mía, que antes no pasaban casi coches. Los atascos en estas calles ahora son constantes, era una calle tranquila y se ha convertido en un infierno». Estamos sentadas en el cruce de dos calles y mientras hablamos pasan autobuses, motos, coches. Hay momentos en que no nos oímos bien, algún pitido que otro como cuando viene un camión de reparto que no cabe por la calle porque hay una ambulancia del Samur aparcada que no le deja pasar. «En mi casa no puedes abrir ventanas ni por la mañana ni por la noche. Yo abro nada más levantarme para ventilar y ya, cuando este barrio era de balcones abiertos y de gente en la calle», dice Pilar.
Nos damos un paseo por calle Ponzano para hacer fotos. Pilar se coloca junto a uno de los bares con su correspondiente terraza covid. El bar todavía no tiene gente, es pronto para el ocio de Ponzano, pero dentro del local están trabajando y la música se escucha desde la calle; «pues imagínate cuando esto se llena de gente, lo terrible es que el ayuntamiento lo permita», me dice Pilar. Ponzano por la mañana es un ir y venir de camiones de reparto; carga y descarga cada pocos metros. Entre camiones varios encuentro uno perfecto para la ocasión: «Makro llega a Ponzano-Chamberí, distribución diaria a hostelería».
Ruido más allá de Ponzano y de las terrazas
La plataforma cuenta los días para que llegue el 31 de diciembre, fecha marcada por el ayuntamiento para que desaparezcan las terrazas Covid. «Obviamente el problema venía de antes y no son solo las terrazas Covid, pero con la pandemia se ha desmadrado», dice Pilar. Ponzano y las terrazas covid llevan la fama pero no están solas en la batalla acústica. Los vecinos de Hilarión Eslava luchan contra las salas y pubs que tienen debajo de sus casas y lo mismo sucede con los que viven en la zona de Julián Romea cerca de Cats y La Sal.
«Obviamente el problema venía de antes y no son solo las terrazas Covid, pero con la pandemia se ha desmadrado»
Pilar Rodríguez, portavoz de Stop Ruidos SOS Chamberí
Julia es el nombre ficticio de esta vecina que prefiere mantenerse en el anonimato. Ella no pertenece a la plataforma, conoció su existencia hace muy poco, cuando un vecino colgó un cartel de Stop Ruidos y la plataforma dejó en su portal un papel informando sobre las consecuencias que tiene la contaminación acústica para la salud. Julia no vive en Ponzano ni tiene cerca terrazas, ni tan siquiera terrazas Covid, pero tiene la sala Cats.
«Los jueves, viernes y sábado son los peores días. Sin exagerar puede haber ahí fuera doscientas personas bebiendo, fumando, haciendo cola. Son ruidos de borrachos: gente que habla muy alto, que pasa cantando, que escucha música –porque ahora se lleva lo de ir con tu propia banda sonora a cuestas–, estoy harta de escuchar canciones de C. Tangana. Es ruido de barullo etílico de veinteañeros», explica.
Julia vive de alquiler y cuando se mudó no tenía ni idea de lo que le esperaba. Al principio llamaba a la policía tres o cuatro veces a la semana. Cuando llamaba le decían que mandarían una patrulla, si podían… «Alguna vez sí que la mandaron, pero debo haber llamado 60 veces y, que yo haya visto, han mandado patrulla solo cinco». Inicialmente Julia pensaba que la policía haría algo, que incluso la sala Cats se haría responsable de lo que se forma en su puerta, pero la realidad es que «los veo operar con tanta impunidad…».
Pilar corrobora la experiencia de Julia con la policía. «No suelen venir a menos que haya una pelea. Lo tenemos comprobado en la plataforma, cuando llamas la media que tardan en atenderte es de doce minutos y luego lo normal es que la patrulla no venga. Con la policía nos hemos reunido varias veces y siempre nos dicen que hacen lo que pueden con los recursos que tienen», explica. Julia está convencida de que si durante una semana la policía fuera a poner orden en la puerta de Cats, la gente no volvería a ponerse allí a armar follón. Pero no tiene manera de comprobar si su hipótesis es o no cierta porque no parece que eso vaya a suceder en un futuro cercano.
«Los vecinos hemos hecho mediciones en nuestras casas y nos salen niveles de ruido de zonas industriales, que son veinte decibelios más que una zona residencial»
Pilar Rodríguez, portavoz de Stop Ruidos SOS Chamberí
La plataforma de Chamberí al menos tiene trato con la policía; su gran caballo de batalla es el ayuntamiento. Pilar es pesimista: «Ni está ni se le espera. Nos cansamos de mandarles escritos, denuncias, de ponernos a su disposición para atacar el problema, pero nada. Los vecinos hemos hecho mediciones en nuestras casas y nos salen niveles de ruido de zonas industriales, que son veinte decibelios más que una zona residencial. El ayuntamiento también vino a medir pero seguimos esperando que nos den los resultados».
Este medio ha intentado ponerse en contacto en varias ocasiones con el ayuntamiento para hablar sobre la contaminación acústica en Chamberí pero solo ha conseguido una única respuesta: «Seguiremos trabajando en el cumplimiento de la normativa vigente». Tema que indigna a Pilar porque, según la plataforma, no es un problema de normativa sino de incumplimiento de la misma. «Con que se cumpliera la ley de ruido sería suficiente», defiende.
Ventanas nuevas y amenazas varias
Julia se instaló en octubre de 2019 y pocos meses después le dijo a su casero que iba a mudarse. Cuando ella le contó el motivo él le dijo que le cambiaba las ventanas para que no se fuera. Julia previamente se había hecho unos tapones para los oídos que le costaron 92 euros, pero que son buenísimos, según dice. Con las nuevas ventanas y los tapones Julia puede dormir. Aun así sigue oyendo ruidos porque las ventanas no aíslan lo suficiente. «Yo no termino de estar en silencio en mi casa. He vivido en calles con coches, autobuses pitando y lo llevaba bien, es como el ruido blanco de fondo de la ciudad, pero ruidos concentrados de estupidez humana no, es algo que me da rabia. Y eso que yo ni siquiera doy directamente a Cats y vivo en una cuarta planta», explica.
Pilar también cambió sus ventanas hace años: tiene siete balcones y cambiar cada uno le costó más de mil euros. «Y a ver, quita ruido, pero mi casa tiene más de un siglo. En aquellos tiempos no se pensaba en aislamientos; cuando hicieron la demolición de la Gran Vía para ampliarla parte de los desechos se trajeron para construir este edificio y otros de la zona».
«Ha habido un plan renove de cambio de ventanas pero era un plan que afectaba sobre todo al aislamiento térmico y a nosotros lo que más nos han demandado los vecinos ha sido aislamiento acústico (…) Los clientes nos dicen que a partir de cierta hora el ruido tolerable se supera con creces»
Pablo Bartolomé, gerente de Chamberí Ventanas
Pablo Bartolomé es el gerente de Chamberí Ventanas; «en los últimos tres años hemos cambiado muchas ventanas en el distrito, sobre todo de aislamiento acústico. Ha habido un plan renove de cambio de ventanas pero era un plan que afectaba sobre todo al aislamiento térmico y a nosotros lo que más nos han demandado los vecinos ha sido aislamiento acústico. El barrio tiene un problema de ruido en muchas zonas, los clientes nos dicen que a partir de cierta hora el ruido tolerable se supera con creces».
Mientras algunos tratan de aislarse del ruido, Pilar explica que hay vecinos que no denuncian y que incluso han llegado a salirse de la plataforma por miedo a los hosteleros. «A mí han intentado pegarme, me han amenazado con hacerme escraches en mi casa, me han insultado. Te dicen cosas como sé dónde vives, te vas a enterar. Aquí hay hosteleros muy mala gente, hay mucho inversor, no son hosteleros de toda la vida; les importan un bledo los vecinos y de aquí a un tiempo invertirán en otra cosa y listo. Me acuerdo de una vez que uno me llamó hija de puta y me dijo que le estaba arruinando… Uno que tiene cuatro locales aquí y que acaba de abrir uno más».
Salud y ruidos
Julia tiene la información de Stop Ruidos en su portal porque la plataforma emplea el sistema tradicional de buzoneo para compartir su información. «Normalmente los vecinos que nos ven nos tratan muy bien, es verdad que cuando la Covid te encontrabas a gente que te decía pobres hosteleros, pero ahora ya nadie nos lo dice», cuenta Pilar. Cada dos semanas hacen una concentración en los puntos más ruidosos del distrito; «también hemos demandado al ayuntamiento en petición de que ampare nuestros derechos fundamentales y lo hemos hecho con el dinero que hemos aportado los vecinos. Yo me pongo con la pancarta donde haga falta para reivindicar mis derechos contra sus abusos. No quiero que cierre el bar, quiero que tenga unas normas y que se cumplan. Y también es importante dar ánimos a la gente porque cuando no se consigue nada te desesperas, pero mi mensaje es claro: no te vayas del barrio, vamos a pelearlo, que no te echen», cuenta Pilar.
«No quiero que cierre el bar, quiero que tenga unas normas y que se cumplan»
Pilar Rodríguez, portavoz de Stop Ruidos SOS Chamberí
La principal demanda de la plataforma es que se cumpla el derecho al silencio y al descanso. «No se puede vivir así, nosotros queremos vivir en nuestro barrio y no que nos machaquen la vida», dice Pilar. La plataforma pide que no haya terrazas durante los meses de invierno y que el resto de meses cierren todos los días a las once de la noche. «También queremos que se enfrenten al hecho de que en zonas residenciales como esta no puede haber este desmadre de bares y discotecas petadas de gente. Pedimos que haya inspecciones, policía municipal, que cumplan».
«No es menor vivir en un estado de perpetua zozobra», se queja Julia. «Yo duermo mal, pero duermo», sigue Pilar, «pero en la plataforma hay gente que no duerme. Hay gente que toma pastillas para dormir y que está en tratamiento psiquiátrico; al ruido no se le da importancia pero genera enfermedades».
Julia lleva meses buscando piso pero todo lo que ve es más caro –ella ya paga bastante– o está muy lejos. «A mí el ruido me pone de pésimo humor, me tiene con angustia, estrés, estoy a la que salta, es desesperante. Y sé que el nivel de estrés y frustración está magnificado por la pandemia, el hastío, pero imagino que si no tuviera este ruido estaría más calmada. Hasta dejé de llamar a la policía porque es frustrante; es muy frustrante que la solución sea que yo me vaya».
A Julia le sabe mal que cuando comenta su situación con amigos que no viven su realidad surjan risas o comentarios del tipo yo también fui joven y salí de marcha. «Aparentemente a todo el mundo le parece normal, es como si a nadie le pareciera importante, pero una vez que te enganchas a ese ruido, no te desprendes. Estoy viendo televisión a un volumen normal con las ventanas cerradas y me distraen las voces de fuera, me sacan de mi película o de lo que yo quiera hacer. Lo peor de vivir con ruido es no tener paz mental, no me deja estar en paz», concluye Julia.